Margalida Galmés, radiofarmacéutica de Juaneda Hospitales.

El Servicio de Medicina Nuclear que albergará el Instituto de Oncología del Hospital Juaneda y Miramar y que dirigirá la Dra. Cristina Peña, cubre sus últimas etapas. La primera ha sido crear la Unidad de Radiofarmacia, cuya responsable es la farmacéutica Margalida Galmés.

La Radiofarmacia de un Servicio de Medicina Nuclear se ocupa de la preparación, control de calidad y dispensación de los radiofármacos, con la responsabilidad de la selección, custodia y gestión de estos productos. «Los radiofármacos son medicamentos de uso humano utilizados en el diagnóstico, en el 90% de los casos, aunque también para la terapia de diferentes patologías», explica Margalida Galmés, radiofarmacéutica responsable de este nuevo servicio de Juaneda Hospitales. En estos procedimientos se utiliza principalmente «el Tecnecio 99 metaestable, que es un isótopo radiactivo con unas características físicas y de radioactividad que lo hacen especialmente útil para la preparación de los radiofármacos».

Los isótopos radiactivos como éste emiten una radiación que será la que captará la gamma cámara, «generando imágenes de las estructuras anatómicas «iluminadas» por los radiofármacos, posibilitando de ese modo el diagnóstico», explica la farmacéutica. Estos procedimientos se utilizan en el diagnóstico de patologías óseas (en muchos casos asociadas a cánceres) de enfermedades nefrológicas, cardíacas, en el tratamiento de cánceres tiroideos o hipertiroidismo, entre muchas otras aplicaciones.

La preparación de los radiofármacos se hará en el servicio montado en Instituto de Oncología de Juaneda Miramar siguiendo estrictas medidas de seguridad, tanto para los profesionales como para los pacientes, según explica Margalida Galmés: «Cuando estamos en contacto con radiaciones ionizantes es importante proteger tanto al personal que va a trabajar en la instalación radiactiva, como al paciente que viene a nuestras instalaciones a someterse a procedimientos diagnósticos o terapéuticos». La primera medida —continúa Galmés— es estar cuanto menos tiempo mejor en contacto con los productos radiactivos, trabajando rápido y protegidos con delantales plomados y otros métodos físicos de barrera, como viales plomados y protectores para las jeringas».

Con estas medidas se protege a los profesionales de radiofarmacia, enfermería y Medicina Nuclear que participen en el proceso, que además dosímetros que registran la radiación a la que se ven sometidos, controlando que las dosis recibidas se encuentren dentro de los límites fijados para los trabajadores expuestos. «Los pacientes —explica Margalida Galmés— una vez que se les ha inyectado el radiofármaco deben permanecer un tiempo en una sala de espera específica». Además, «el radiofármaco tiene una «semivida»: va desapareciendo con el tiempo». Este proceso «es físico, porque el isótopo radioactivo va decayendo y también es metabólico porque progresivamente vamos a ir eliminándolo del organismo, por orina o heces, por lo que se aconseja a los pacientes beber mucha agua para acelerar el proceso».

«Muchos de los radiofármacos —explica Margalida Galmés— que se utilizarán en el servicio de Medicina Nuclear requieren una preparación previa a su utilización, lo que se denomina marcaje radiactivo. Esto consiste en añadir un determinado volumen y actividad de un radionucleido a un equipo reactivo». El radionucleido mayormente utilizado «es el Tecnecio 99 metaestable, que se obtiene de generadores que llegan semanalmente a la instalación, y que diariamente se eluyen para extraer la actividad necesaria para realizar los marcajes de la jornada».

Los equipos reactivos son preparados industriales que deben combinarse con el radionucleido para obtener el radiofármaco final. Dependiendo del equipo reactivo utilizado obtendremos radiofármacos que se unirán al hueso, corazón, pulmones, etc. Los eluidos de generadores, los radiofármacos en uso y otros radiofármacos que no se utilicen en el momento serán reservados dentro de una gammateca, que es un pequeño armario con un gran espesor de plomo, añade la experta.

El proceso de marcaje radiactivo se realiza en el interior de una cabina de flujo laminar que cumple un doble propósito: «Por una parte protege a la preparación inyectable de posibles contaminantes al crearse en el interior de dicha cabina un ambiente estéril». Por otra parte «dispone de un recubrimiento perimetral de plomo y de filtros de aire que evitan la salida de partículas radioactivas al exterior. Además, dicha cabina de flujo laminar se encuentra en el interior de una sala (cámara caliente) cuyo aire está controlado con un sistema de sobrepresión respecto a la habitación contigua».

Con todo esto se consigue mantener la esterilidad de las soluciones inyectables a la vez que se minimiza la exposición a la radiación de la persona que realiza la preparación. El marcaje de los radiofármacos genera residuos radiactivos: viales, jeringas, agujas, gasas, etc. La instalación dispone de una sala de residuos donde se depositarán los residuos generados hasta su total decaimiento, momento en el que dichos residuos ya no son radiactivos y se pueden desechar de la manera habitual. Además, «para controlar en todo momento que se mantienen unos niveles aceptables de radiación en la cámara caliente y en la sala de residuos, el servicio contará con detectores ambientales de radiación en cada una de estas zonas».

Toda la actividad se registrará en un software de gestión de la Radiofarmacia, que permitirá tener una trazabilidad completa de los radiofármacos, desde su pedido hasta la administración al paciente, siguiendo con la normativa en este ámbito. Además, el sistema se integrará con los equipos del servicio (activímetro, detectores de dosis de zona) para automatizar el registro de datos, lo que reducirá la carga de trabajo y los errores.