Imagen de un pasillo de Son Espases. | Emilio Queirolo

Cada año se diagnostican 500 nuevos casos del trastorno del espectro autista (TEA) en Baleares. Según los datos recogidos desde 2017 por el Institut Balear de la Salut Mental de l´Infancia i Adolescencia (IBSMIA), de un total de unas 4.800 derivaciones, se han diagnosticado unos 2.500 casos de autismo. Una cifra que no deja de aumentar. Esta entidad considera los datos normales, ya que desde la década de los 90 se ha prestado una mayor atención al autismo; por eso el número de casos ha ido aumentando, en parte debido a los cambios en los sistemas de clasificación diagnóstica y un mayor conocimiento sobre este trastorno.

Este domingo 2 de abril se celebra el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, un trastorno del neurodesarrollo que afecta fundamentalmente al área social con dificultades en la interacción y comunicación social y la flexibilidad de pensamiento y conducta. La prevalencia es de 1 % de la población, incluso mayor en algunos estudios. La proporción actual es de cuatro hombres diagnosticados por cada mujer. De estos casos, entre un 20 y 25 % se asocian a un síndrome genético y a la discapacidad intelectual, pero la mayoría no tienen una causa reconocida.

Juana María Andrés, psiquiatra infantil del IBSMIA, apunta que ha habido un aumento en la sensibilización y conocimiento del autismo en los profesionales de Educación y Sanidad e incluso entre la población general, gracias a la formación llevada a cabo en estos años. Esto se traduce en un aumento de las derivaciones a los equipos EADISOC (Equip d´Avaluación de Dificultats Socials i Comunicatives), desde el inicio de su funcionamiento en 2010. «la realidad es que cuesta mucho entender las dificultades de los niños con autismo en el día a día, que son muchas y adaptarles el entorno para hacerles la vida más fácil. No podemos pretender que sea la persona con autismo que se adapte».

Sin cura

El trastorno del espectro autista es una condición que viene dada al nacer y que se irá manifestando en el desarrollo. Hoy por hoy no tiene cura. Cuando un psiquiatra infantil decide comenzar una medicación (siempre con el consentimiento de los padres) se debe a la presencia de otro trastorno asociado (TDAH, ansiedad, depresión, insomnio, agresividad…) que sí pueden ser tratados con fármacos. El objetivo siempre es mejorar la calidad de vida del menor. La medicación se mantiene el tiempo necesario hasta la remisión de los síntomas, no se receta de por vida, ya que no hay ningún fármaco que actúe en los síntomas centrales del autismo.

Según Juana María Andrés, experta del IBSMIA, «hay estudios que buscan posibles causas del aumento en el aumento de la edad a la hora de ser padres, lo que implica una peor calidad de los genes transmitidos a los hijos; mientras que otros estudios se centran en factores ambientales, como los relacionados con la contaminación del aire, que afectan durante el embarazo y primer año de vida, pero no hay nada concluyente», recalca la psiquiatra.

Debido a que la atención al autismo es bastante reciente, se presupone que hay muchos casos sin diagnosticar. Ello implica que un numero alto de personas con dificultades a la hora de relacionarse han pasado desapercibidos o han recibido un diagnóstico erróneo por la aparición de problemas añadidos como ansiedad, depresión o trastornos obsesivo. Todo esto se traduce en dificultades de adaptación social, de autonomía y a la hora de encontrar empleo en la vida adulta. El diagnóstico debería hacerse desde las unidades de adultos que atienden a mayores de 18 años.

Más niños que niñas

Los estudios confirman que las dificultades sociales en los varones son obvias, como falta de contacto ocular, de interés social, conductas repetitivas y de gustos minoritarios relacionados con temas como el transporte, la mecánica o la ciencia. Sin embargo, en las niñas los síntomas son más sutiles, ya que han desarrollado el llamado fenómeno de camuflaje, o lo que es lo mismo, han aprendido a hacer lo que se espera de ellas, y pasan por niñas buenas y tímidas.

«Las niñas pueden aparentar estar jugando con otras compañeras o participando en un grupo cuando realmente están de 'forma satélite', sin mantener una interacción adecuada. Quieren imponer su juego o se dejan manejar por otras niñas. Tienen intereses que a diferencia de los niños con TEA, no resultan tan llamativos: las princesas, la lectura, los animales, el anime», apostilla Juana María Andrés. Pero con el tiempo van desarrollando problemas emocionales relacionados con la ansiedad, depresión, trastornos obsesivos, problemas de conducta alimentaria e incluso autolesiones.