Adela Silvestre es enfermera especialista en cuidado de heridas.

Adela Silvestre es enfermera especialista en cuidado de heridas. Con gran reputación asistencial y docente llega hace ya más de un año a Juaneda Hospitales, donde atiende a sus pacientes en su consulta de Clínica Juaneda. Es, además, la autora del exitoso perfil de Instagram Queridas heridas. Este año ha hecho su primer viaje a Gambia:

«La experiencia en Sanyang (Gambia) con la Fundació SOM y con el patrocinio de Juaneda Hospitales, grupo al que además pertenecíamos la mayoría de los sanitarios que acudimos a este voluntariado durante la última semana de octubre, ha sido magnífica. Era mi primer voluntariado y he pasado de 'una vez en la vida' a que tengo muchas ganas de volver». Y añade que, «Sabía que podían encontrarme de todo en este viaje. Los compañeros me habían dicho que sobre todo vería muchas quemaduras (por ollas y por cosas así) y heridas por traumas (por caídas y similares) a las que habría que dar cuidados. Y así fue... ¡además de un caso de elefantiasis, de las peores que he visto en mi vida!»

Fue una de las grandes sorpresas de esta expedición. La elefantiasis o linfangitis es una inflamación que genera un gran aumento del tamaño (el nombre de la enfermedad de una idea de que puede ser impresionante) de la zona afectada, especialmente en piernas y genitales, y puede cursar con úlceras, como en la paciente que llegó a la consulta.

«No nos lo esperábamos, —recuerda Adela Silvestre— pero se nos presentó esta paciente a poco de llegar, una mujer con una pierna con elefantiasis, hinchada, ya no solo edematizada: se había producido, incluso, un aumento de la piel. En España se ve algún caso, pero se trata de inmediato, no se dejan pasar 12 años, como con esa paciente. La pierna había alcanzado un diámetro casi como el de mi tronco y estaba llena de úlceras. Era un caso que ni en los libros salía. Tras doce años de evolución ya no era tratable. No podía ni andar, la acompañaron entre varios familiares al centro de salud». El caso era tan grave y desesperado, que incluso la amputación fue vista por la paciente con alivio.

«Le hicimos curas varios días, pero vimos que habría que amputar, cosa que para ella fue un alivio. Lloraba de emoción, a la vez que de tristeza, porque a pesar de animarla nos vio las caras de preocupación y porque, con todo, podría caminar y hacer una vida un poco más normal, no como hasta ahora, que solo podía estar sentada. Le estamos haciendo el seguimiento, a ver cómo va. ¡Y eso fue solo el segundo día!», comenta Adela Silvestre.

Explica Adela que todas las perspectivas clínicas que tenía de este viaje se han visto superadas con creces, pero también a nivel emocional, social, etcétera. De hecho, su papel, con el de la también enfermera experta en cuidado de heridas, María José Bennàssar, era atender a pacientes, pero también el de formar y actualizar a las enfermeras de Sanyang.

«Mientras hacíamos las curas, tanto María José como yo, las enfermeras locales observaban. Les explicábamos por qué ese apósito, o por qué desbridábamos, etcétera. Ellas iban tomando notas e incluso haciendo vídeos. Los últimos dos días les explicábamos cómo usar los materiales que dejábamos, algunos de los cuales no los conocían.»

Las enfermeras de Juaneda Hospitales actualizaron conocimientos de sus colegas gambianas, que a causa de su aislamiento no habían conocido hasta ese momento muchas de las técnicas y materiales que la expedición les aportó. También actualizaron conocimientos para detectar mejor signos de una infección, empeoramientos, etcétera.

Los cuidados de enfermería son básicos en estas zonas del mundo tan deprimidas. Las personas que viven en una zona como Sanyang no solo carecen de tecnología e instalaciones sanitarias avanzadas, sino que el centro de salud más cercano puede quedar muy lejos de sus casas y solo pueden ir andando o en medios de transporte precarios.

Y no se puede hablar de África sin hablar de los niños. Adela Silvestre recuerda que «los niños fue lo que más me impactó. Hubo dos o tres en concreto, que vinieron más, que a pesar de lo que les pudiera pasar, como el caso de una niña pequeña con un brazo amputado (que nos tocó mucho), veías que son felices, ríen, te valoran y te agradecen. ara ellos, si después de la cura les das un globo o un bolígrafo de color, los haces felices. A los dos días, cuando te ven cogen y te abrazan. Cuando me pasó eso por primera vez se me cayó el mundo por la emoción. Valoran todo lo que haces. Lo entienden y se dejan, y con lo poco que tienen, incluso descalzos, sin camiseta, son muy felices, bailan, ríen...».