La luz de los dispositivos electrónicos inhibe la melatonina, una hormona que prepara el cuerpo para dormir.

A finales de 2022 se estima que unas 187.000 personas estarán consumiendo pastillas para dormir bajo prescripción médica. Se trata de un 66 % más que antes de pandemia o un 50 % más que el año pasado. Y eso sin tener en cuenta la cantidad de gente que se automedica con fármacos cuyos efectos secundarios producen somnolencia.

El hecho de dormir mal es quizás el mayor efecto secundario que ha dejado el paso de la pandemia y, en un contexto de guerra en Ucrania y de inflación desbocada, las previsiones no son buenas. De hecho, España es el país de la Unión Europea donde más pastillas para dormir se consumen. La previsión para este año, según el coordinador autonómico de Salut Mental, Oriol Lafau, es que pasemos del millón de envases recetados: «Esto no había pasado nunca». ¿Qué explicación tiene? «Es el síntoma más prevalente que se ha visto en la postpandemia porque es el primero de cualquier patología», argumenta el experto.

Salud mental

Y es que la mitad de las consultas de Atención Primaria ya están relacionadas con la salud mental. Pero, ¿es posible que se esté recetando con más facilidad? «Comparto la crítica. Tiene que ver con el poco tiempo de los profesionales para ver a sus pacientes, con la cantidad de gente que se atiende y, también, con que la sociedad quiere soluciones rápidas y fáciles», señala Lafau. Este especialista indica que, a veces, bastaría con una correcta higiene de sueño, es decir, deporte, no tomar cafés por la tarde, dejar las tablets y móviles a las ocho.

«Pero al final del día todos queremos ver la serie de Netflix, que con la luz azul que desprende te despierta», explica. Se trata de consejos sencillos que dan calidad de vida «pero es más fácil tomar un diazepam». Sin embargo, explica que las pastillas enganchan y tienen efectos secundarios. «No se recomienda tomarlas más de seis semanas porque creas una adicción. ¿Cuántas personas mayores toman el famoso Orfidal? Muchísimas», lamenta el psiquiatra. Afirma que en personas mayores hay estudios que indican la relación entre sus efectos secundarios y la rotura de cadera. «Se levantan medio dormidos o más sedados de lo normal por la noche y se caen. Por otra parte, entre los jóvenes disminuye el rendimiento cognitivo porque ralentiza el pensamiento», indica.

Lafau explica que hay dos grandes grupos de consumo. Uno es el de personas entre 40 y 50 años y estaría relacionado con el estrés laboral y los hijos. En el otro estarían los mayores, por causas de la edad. Por otra parte, el 70 % de la prescripción de estos fármacos se hace a mujeres y el 30 % restante a hombres.