Cubos y sombreros sirven para lanzar las algarrobas. | P. Pellicer

Algarroba y agua, dos toneladas ni más ni menos, son los proyectiles en la Garrovada de Costitx que se celebra desde hace nueve años impulsada por la Associació cultural Es Garroví.

Cerca de quinientas personas participaron ayer a las 16.30 horas en la batalla, la versión local de otros escenarios ‘bélicos’ de moda que se repiten con melones, uvas, paja o lo que se tercie a lo largo del verano en la Part Forana.

A diferencia de otras neofiestas, la Garrovada de la localidad de Costitx se ha salvado hasta ahora de la masificación humana. «Ni viene mucha gente de fuera ni lo queremos, este año se han apuntado 500 personas, gente de Costitx que invita a sus amigos de fuera», explican los organizadores.

Hay que decir que el número de participantes, casi insignificante si se compara por ejemplo con las 10.000 personas que asistieron al Much en Sineu, no es nada desdeñable teniendo en cuenta que la población de Costitx ronda los mil habitantes.

Tal y como ocurre con otras neofiestas, la Garrovada de Costitx se autofinancia con la venta de un pack que incluye camiseta, gorra y comida. La celebración comenzó a las 10.00 horas con la concentración en la Plaça de la Mare de Déu desde la que partió la romería para recoger al Santo (Sant Garroví) que después los participantes llevaron en procesión hasta la iglesia para bendecirlo.

Tras la fiesta del agua con castillo de agua y piscina los asistentes compartieron una comida previa a la gran batalla, a partir de las 16.30 horas. La mezcla de algarroba triturada y agua transformó como cada año el escenario de la batalla en una pringue global en la que los participantes se lo pasaron de miedo.