Hoy en día se buscan herramientas e instrumentos que ayuden a valorar y a implementar los nuevos valores y la situación en la que se desenvuelve el ámbito económico. | Universitat Abat Oliba CEU

No cabe la menor duda de que la sociedad está cambiando y son otros mecanismos los que deben ser evaluados para medir la competitividad y la eficiencia de las empresas. Hasta la fecha han prevalecido baremos puramente económicos basados primordialmente en la evaluación de la reducción de costes, la optimización de los recursos, la mejora de los procesos y la ampliación de mercados; sin embargo, estos criterios no han resuelto muchos de los problemas que aparecen en la sociedad actual y que están relacionados con otros factores ajenos al ámbito económico; así el marco inmigratorio, los problemas psicológicos de los trabajadores, la conciliación familiar, entre otros, son nuevos conceptos que han aparecido en nuestra sociedad y que necesitan una respuesta fuera de la visión tradicional que relaciona la economía con el mercado y la obtención de beneficios de carácter lucrativo.

Por esta razón tenemos que buscar herramientas e instrumentos que ayuden a valorar y a implementar los nuevos valores y la situación en la que se desenvuelve el ámbito económico.

Por otro lado, el consumidor de hoy no sólo le pide a la empresa que le ofrezca productos útiles y de calidad, sino que también le empieza a exigir que se produzcan en condiciones justas, que promuevan el desarrollo humano y procure la continuidad de sus trabajadores.

Para dar respuesta a este panorama, las políticas empresariales han recogido un concepto nacido en Estados Unidos en los años 50 al que se denomina Responsabilidad Social de la Empresa o Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Este concepto se ha ido asentando en la sociedad civil impulsado por los ciudadanos que cada vez exigen que las empresas contemplen prácticas políticas o económicas éticamente correctas.

Podemos, por tanto, definir la RSC como el conjunto de operaciones y compromisos legales y éticos, tanto nacionales como internacionales, que se derivan de los impactos que las actividades de las organizaciones producen en el ámbito social, laboral, medioambiental y de los derechos humanos.

Llegados a este punto es necesario diferenciar la RSC de las actuaciones filantrópicas y del denominado “marketing con causa”, a través del cual se utilizan las acciones sociales para dar publicidad a la imagen amable de la empresa, siendo el factor diferencial la respuesta que comportan los propios intereses empresariales y el necesario equilibrio con todos los grupos de interés de la propia organización. No se debe olvidar, en este sentido, que una buena gestión y visualización de la responsabilidad corporativa es el mejor marketing que puede realizar una empresa en el momento actual.

En definitiva, prestar servicios responsables, conservar el medioambiente, contratar a personas con discapacidad o en riesgo de exclusión social son algunas de las acciones valoradas por la RSC que convierten a la empresa en una aliada en la consecución de un mundo mejor.

Dra. Carmen Parra Rodríguez. Directora de la Cátedra de Economía Solidaria de la Universitat Abat Oliba CEU.