El Constància vivió un tobogán de sensaciones entre finales de los cincuenta hasta el inicio de los noventa. El ambiente de fútbol que se respiraba en la localidad era espectacular, de ahí que en el 65 se inaugurara el majestuoso estadio.

La sociedad mallorquina crecía a pasos agigantados y el fútbol en Inca también. Llegó al final de la década de los cincuenta a Tercera División, donde comenzaría a progresar tras las dificultades que había vivido a mediados de siglo. Fue segundo en dos ocasiones, pero sólo pudo promocionar en la 58-59. El CD Mestalla frenó su ilusión y le impidió celebrar el ascenso. Anteriormente había eliminado al Olot. Pese a que el objetivo de ascender de categoría profesional no se logró, Inca volvía a ser referente de nuestro fútbol y su afición disfrutaba de años de gran protagonismo en las Islas.

La década de los sesenta empezó con las misma intención, la de volver a abrazar el ascenso de categoría. El curso 60-61 el equipo de Inca es segundo tras el Atlètic Baleares. El Jerez, en una promoción de infarto que necesitó hasta de dos partidos de desempate, impidió el ascenso de los inquers.

El año siguiente, siendo el presidente Antoni Bennàsar, el Constància es campeón de Liga y por lo tanto asciende a Segunda tras imponerse en la promoción como aspirante a subir al Algeciras. En el primer encuentro el marcador fue de tres goles a dos y por lo tanto todo quedaba abierto para el choque de vuelta en Inca. En la Isla certifica el éxito del ascenso tras ganar por dos a cero.

Todavía hoy se recuerda la alegría vivida ese día cuando el equipo tomó contacto de nuevo con el fútbol profesional ascendiendo a Segunda División A, que por aquellos años estaba dividida en dos grupos.

A partir de ahí esperaban a la afición seis temporadas consecutivas entre los grandes del fútbol español. Ahí estuvo el Constància, paseando su escudo y sus colores y el nombre de la ciudad por toda la nación. Unas temporadas mejor y otras peor, el equipo fue dejando su impronta hasta que al término de la campaña 67-68 terminó colista y sufrió el descenso.
Si hasta ese momento habían predominado las luces en el equipo y en el club, a partir de ese momento aparecen las sombras y las dudas. Todos los descensos suelen ser traumáticos por la carga emocional que suponen y este no fue menos. De la gloria de estar entre los mejores de España pasó a las categorías regionales. El club llegó incluso a tener que ser dirigido por una junta gestora después de caer más bajo incluso que la Tercera División. Esta categoría la recupera al término de la temporada 73/74. Era una Tercera muy potente, casi una Segunda B con equipos de las Islas, de Cataluña y también valencianos y aragoneses. La reestructuración de la categoría y la formación de la Segunda B en 1977 no mejoran la situación porque el Constància esos años no se clasificó en el corte bueno.

Tras varias temporadas en Segunda División B se llegó a lo años ochenta en los que el Constància vuelve a la categoría en este caso de bronce después de muchos años de intentarlo sin fortuna. Fue en la temporada 86-87 al renunciar el Mallorca B a su plaza y adjudicársela al equipo de Inca. Sin embargo, esa categoría fue un pozo y el Constància fue bajando de nuevo a las categorías del fútbol balear viviendo otros momentos de dificultad.