Cuando todo presagiaba que el año 2022 iba ser el principio de la nueva normalidad, a finales de 2021 e inicios del 2022 la incertidumbre era máxima por la irrupción inesperada del Ómicron a la vez que a finales de febrero se iniciaba la ofensiva de Rusia para invadir Ucrania. Estos hechos junto el debilitamiento del crecimiento, la subida de la inflación, endurecimiento de las condiciones financieras y su impacto en las economías familiares nos hacían presagiar un año 2022 muy complicado desde el punto de vista turístico.

Las empresas turísticas en Menorca, ante esta incertidumbre, fuimos cautos a la hora de planificar plantillas e inversiones. Fue iniciada la Semana Santa cuando el Ómicron estaba controlado y aunque seguía agravándose el conflicto bélico y las condiciones macroeconómicas seguían deteriorándose cuando la demanda de mercados como el español, francés e inglés contra toda lógica convencional explosionaron rompiendo todas las previsiones. Las empresas nos vimos obligados a responder de forma reactiva para completar los equipos que nos permitiera satisfacer la demanda y asegurar los suministros de materias primas. Todo ello en un escenario de una constante subida de precios a la vez que la escasez y falta de ciertos productos que se vio acentuado por el hecho de vivir en una isla como Menorca.

Esta situación que podríamos decir que se replicó en muchos destinos españoles pero que en un destino insular como Menorca se acusa más, lo que nos enfrentó a una serie de retos algunos ya latentes y otros nuevos de forma abrupta. Entre otros son la de cuestionar la capacidad de carga de nuestro destino por el impacto en nuestros recursos naturales, la sensación de masificación en zonas turísticas y la saturación de servicios públicos, o la de atraer y retener el talento necesario para satisfacer a un cliente cada vez más exigente o de cómo somos capaces de proporcionar vivienda a esos trabajadores o de cómo hacer frente a una espiral inflacionaria en las materias primas y los suministros para asegurar una mínima rentabilidad de nuestras empresas.

Cierto es que hemos tenido una temporada alta más prolongada, donde la oferta de ocio y restauración trabajaba por encima de su capacidad. La buena conectividad marítima junto con la falta de oferta de coches de alquiler y una ineficiente planificación de la movilidad en el trasporte público hizo que en la isla se multiplicase el parque de vehículos congestionándose las carreteras y los accesos a puntos turísticos. Todo ello con un turista más independiente que además de optar por fórmulas de alojamiento tradicionales, que en los últimos diez años apenas ha crecido, lo hizo utilizando fórmulas que se escapan al control administrativo.

Lo positivo es que hemos visto que se han incrementado los meses de operación, que significa más empleo y más ingresos. Han crecido y consolidado mercados como el español y el francés en los meses de temporada baja. El gasto turístico total del 2022 ha sido superior en un 13,4% al del 2019 previo a la pandemia, así como un +4,8% el gasto total por persona y un +7,6% el gasto por persona y día. Incremento sustancial que se ha producido por el incremento de +41,4% del gasto turístico de los visitantes que vienen sin paquete turístico.

La reflexión que cabría hacerse después de una temporada como ésta, donde el sistema se ha puesto al límite, sería que si se prevé que en los próximos 20 años la clase media mundial crezca un 50% hasta los 5.7560 M de personas que van a viajar, ¿cómo un destino limitado como Menorca tenemos que transformarnos para satisfacer esa demanda a la vez que ésta no sólo no causa externalidades negativas sino por el contrario tenga un impacto positivo?l