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La frase que titula este artículo catapultó a Johan Cruyff a la fama. Mientras todos esperaban una arenga a la altura de la empresa (la final de Wembley que disputó el Barcelona en 1992) el genio holandés optó por tres palabras que ya forman parte de la historia del fútbol. No sé si Javier Aguirre copiará al flaco, pero lo que si tengo claro es que el mensaje, la charla previa a la gran cita de esta noche en La Cartuja, no será grandilocuente. Más bien todo lo contrario. Será directa y apuntará al corazón. Mirará a los ojos de Antonio Raíllo (su hilo más directo con el vestuario) y a Abdón Prats y les recordará los días de barro en Segunda B. Incluso cuando le pasaron el tijeretazo por sus nóminas con el descenso. Y les dirá que miren a su alrededor, el escenario, el rival y que ellos son actores principales de la mejor película que, posiblemente, protagonicen jamás: la final de la Copa del Rey.

El factor psicológico juega mucho en este tipo de encuentros. Miquel Ángel Nadal, un tipo que no se inmuta con nada, siempre recuerda que la primera final de un jugador profesional «impone y mucho». Aguirre lo sabe. Y por eso apelará a la normalidad. A que no deja de ser un partido de fútbol más aunque sea EL PARTIDO. Quizás les diga salid y disfrutad... aunque con otras palabras que aquí no me atrevo a transcribir.