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Las navidades empiezan a dejar de ser las mejores fiestas del mundo cuando de un año a otro dejas de cenar en la mesa de los niños y te sientan en la de los mayores. Algo ha cambiado. En las finales de Copa suele suceder al revés. De niño lo vives con una ilusión de no saber muy bien a qué te enfrentas, pero de mayor se disfruta de tal manera que no quieres que termine nunca ese momento. Vale la pena ser mayor para vivir una final de Copa. Aquí llevamos cuatro y cuanto más mayor más la vives porque nunca sabes cuándo llegará la próxima.

Jugar una final sin la presión de tener que ganarla supone además un plus especial porque vas a vivirla sin que te vaya la vida en esto. Me gusta que el Athletic crea que ya ha ganado antes de jugar, que saquen la gabarra y que tengan previsto el plan de celebración. El Deportivo también tuneó el autocar para celebrar el ascenso la Nit de Sant Joan. Aquí somos más prudentes y no nos ha ido mal. Aquí la fiesta es el camino, seguramente sufriremos en el partido y al final ya se verá. Sinceramente, desplazar en dos días 21.000 aficionados es un premio que solo nosotros sabemos valorar.