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Un punto es poco, pero es mucho más que nada. Y el Real Mallorca empató en Vitoria ante el Alavés (1-1). El duelo de Mendizorroza era un partido más, con tres puntos en juego, como todos, pero permitan que piense que era solo un trámite obligatorio. Tanto me daba ganar como perder, aunque nunca amarga un dulce. Yo, ya pienso en el partido del martes, en la ilusión de jugar una nueva final. No puedo olvidar que el Villarreal ganó el viernes en Anoeta y que el Mallorca también puede hacerlo.

No pasan los días, con sus noches oscuras de incertezas. El sueño de la Copa se acerca a paso lento, con dificultades. El martes aún está demasiado lejos. Siempre he defendido que cuando juega un buen equipo contra otro peor acostumbra a ganar el mejor. Y La Real Sociedad, por desgracia, me parece un equipo excelente. En todo caso, ya saben que el fútbol es maravilloso y todo es posible.

Aguirre, como la práctica totalidad de la afición, tiene claro que la permanencia está casi asegurada. El mexicano alineó un once plagado de futbolistas poco habituales, que completaron un buen partido, aunque acabó en una dolorosa derrota. La realidad es que el Mallorca realizó una buena primera parte, dominó territorialmente al rival durante muchos minutos y tuvo las oportunidades más claras para inaugurar el marcador. Eso sí, el Alavés acabó el primer acto mejor que el Mallorca.

Sumar un punto era un buen resultado para el equipo de Javier Aguirre que jamás renunció al triunfo. Los minutos pasaron, el rosario de cambios habitual no alteró el partido, el duelo parecía controlado, pero a falta de un cuarto de hora apareció Benavidez para marcar a la salida de un córner. La derrota parecía segura cuando Nastasic empató. Me da igual. Yo sigo pensando en el martes.