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El mayor mérito de Bartolomé Beltrán fue despertar a un gigante dormido. Cogió al Mallorqueta en plena depresión, en Segunda División y bajando, y lo dejó en Europa y con lágrimas en los ojos después de perder aquella final épica ante el Barcelona en Mestalla. El doctor, un pionero de la divulgación sanitaria por televisión en nuestro país, aterrizó en la Isla con una misión clara: devolver al Mallorca a la élite del fútbol español. A la pasarela mediática. Y en eso, el doctor Beltrán, era un fenómeno. Un gran comunicador. El gran showman. Capaz de llamar a la Sexta Flota para trasladar aficionados a Valencia como de traerle a Irulegui -su primer entrenador- a un jugador que el día antes había visto por televisión porque el técnico le había dicho que le gustaba... Así era Bartolomé Beltrán. Para él no había imposibles.

Una de sus primeras decisiones fue lavar la cara del Lluís Sitjar, que se caía a cachos. Dedicó un mural a la historia y homenajeó a los expresidentes, con especial atención a Jaume Rosselló, el presidente del primer ascenso a Primera. Siempre tuvo mucho respeto hacia las personas que habían marcado el camino.

Su irrupción fue bestial. El club pasó de poco más de un millar de socios a 10.000 en cuestión de días. Extendió el mallorquinismo a la part forana porque no creía en eso que dicen que el Mallorca es palmesano. Hizo socios a todos los alcaldes de Mallorca. Recuperó los trofeos que estaban abandonados en cualquier esquina. Le lavó la cara al Lluís Sitjar, adquirió la finca de Son Bibiloni... Beltrán fue un revolucionario que puso al club patas arriba.

También tuvo decisiones polémicas, como la destitución de Víctor Muñoz cuando iba líder. Fue a contracorriente cuando firmó a un desconocido como Héctor Cúper y se enjugó aquellas lágrimas de Mestalla acudiendo al puerto de Palma a recibir a los aficionados que habían pasado toda la noche en barco...Era único. Irrepetible. Era Beltrán.