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Un sábado te levantas pensando en el partido del domingo y en cómo estructurar el periódico del día siguiente dentro de unos parámetros de normalidad y a las primeras de cambio la realidad te destroza el alma. Beltrán era un aventajado a su tiempo con infinidad de virtudes, pero por encima de todas, con una principal: La de saber aprovechar lo bueno que se encontró en el club cuando llegó y mejorarlo con fichajes de primer nivel. Y no hablo de futbolistas.

El ‘aparato’ del presidente, como él lo llamaba, fue clave en el ascenso porque asentó la estructura del Mallorca y dio solidez a un proyecto de cambio. Mateu Alemany, Pep Bonet, Tomeu Serra, Toni Tugores, Joan Buades, Damià Amer y Toni Tacha fueron determinantes en el aterrizaje del presidente en el Sitjar y cada uno en su área le inyectó las dosis necesarias de pasión por el fútbol, equilibro en la toma de decisiones y templanza en momentos de alta tensión. Ninguno pudo frenar su entusiasmo porque todos entendieron que ese volcán en erupción que era Tomeu suponía un enorme valor para la nueva etapa que el club estaba empezando a vivir.

Supo buscar en nuestra Isla a profesionales de la talla de Joan Frontera y Ramon Servalls, dos hombres de referencia en el periodismo y la sociedad que resultaron fundamentales en el plan de Beltrán y en su política de comunicación y expansión. Entendió que el Mallorca necesitaba construirse desde la unión y la edificación sólida de un sentimiento que hasta este momento se tambaleaba. Se rodeó de ilustres como Miguel Ballester, Antoni Calafat, Tumi Bestard, Paulí Buchens, Joan Forteza, Guillem Reynés, José Antonio Tenza, Antoni Calafat, Vicenç Rotger, Miguel Garro, Miguel Roca...y otros muchos que no cito y que pido que disculpen mi omisión. Es por falta de memoria, no por otra razón.

Antonio Asensio encontró en él a la persona ideal para sacar al Real Mallorca del anonimato. Entendía el trabajo de los medios y de los periodistas y se ayudó de ellos para cumplir con su objetivo de trasladar esa idea de mallorquinismo que sería fundamental para el futuro del club. Podía llamarte a cualquier hora, cualquier día y por el motivo más impensable. Charlé por teléfono con él no hace mucho, pero solo hablamos del Mallorca. «Adéu nin. Cuida’t molt», me dijo. «Adéu, president», le contesté sin saber que sería la última vez que hablaríamos. Maldito sábado.