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A falta de otros reconocimientos, el Mallorca se ha propuesto acabar el año siendo el equipo más blando de LaLiga. Desposeído durante el último mes de su faro y gran depredador en ataque (Vedat Muriqi), el equipo ha perdido el manual de instrucciones del gol. Es cierto que ha sellado la puerta de Rajkovic y que su empate en Almería corta una racha de tres derrotas seguidas lejos de Son Moix, pero también que perdió dos puntos ante un rival cargado de debilidades. Y que tras la inversión del pasado verano su máximo goleador es Abdón. O que se ha pasado los tres últimos meses del año sin celebrar un solo gol fuera de casa. Casi nada.

Un contexto sorprendentemente amigable y la falta de tensión en el extremo sur de la clasificación están edulcorando la situación de un Mallorca que cualquier otra temporada, con la cosecha actual, estaría con el agua hasta la nariz. De momento mantiene los dos pies fuera del pantano, pero ha malgastado valiosas oportunidades ante enemigos directos y el fuego sigue ahí al lado.