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El Real Mallorca derrotó al Cádiz (1-0) y celebra ya la fiesta de la permanencia, aunque resta aún la certificación matemática. Un solitario gol de Maffeo cuando se cumplía el primer cuarto de hora decidió el triunfo del conjunto de Javier Aguirre, que se vio dominado por el bregador conjunto gaditano durante muchos minutos. El Cádiz acaparó el esférico, dominó con insistencia, pero no consiguió el empate y el Mallorca sumó los tres puntos. Y al acabar el tiempo reglamentario, con sufrimiento extremo, la fiesta se desató en Son Moix. El Mallorca jugará en Primera una temporada más.

El fútbol me ha dado grandes alegrías y algún disgusto monumental. Los aficionados mallorquinistas están acostumbrados al sufrimiento, a los grandes dramas. Recuerdo perfectamente la enorme tristeza que me invadió tras el partido disputado hace ahora cuarenta años ante el Cádiz en el viejo Lluís Sitjar. El equipo, entrenador por Lucien Muller, necesitaba ganar para consumar el ascenso, pero el equipo andaluz ganó (1-2) y el ascenso tuvo que esperar. Salí del campo llorando desconsoladamente, abatido y desilusionado. Jamás he olvidado aquel partido ni la rabia e impotencia que me provocó una derrota inesperada, una alegría frustrada.

La entidad tributó un justo homenaje al Mallorca Palma Futsal, que consiguió días atrás la Liga de Campeones. No estaría de más que el Mallorca tomara nota de alguna de las grandes virtudes del club fundado por el añorado Miquel Jaume. Su director general José Antonio Tirado ha sabido estructurar el club con todos los departamentos comprometidos y alineados para mejorar los resultados en la pista. Ah, por cierto, y no es baladí, el Mallorca Palma Futsal es un club generoso. Y eso no puede minimizarse.