Araujo marca en una acción previamente anulada por fuera de juego, este domingo, en el Camp Nou. | Reuters - ALBERT GEA

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El Mallorca pasó de la humillación a la esperanza. De arriesgarse a sufrir una goleada a meter el miedo en el cuerpo en la recta final de la noche. El grupo de Javier Aguirre se reactivó cuando ya estaba todo perdido y dormitaba sobre el césped. La entrada de Salva Sevilla y de la pareja asiática (Kubo-Kang In Lee) tumbó el campo y el conjunto balear se mantuvo con vida... aunque como suele suceder cuando regalas casi 80 minutos, al final pagas la indefinición con una derrota que ya parecía estar escrita en el libro de ruta. Porque el Mallorca compareció sin ese espíritu combativo de los últimos visitantes del feudo azulgrana.

A pesar de que dedicó todos sus esfuerzos a tapar todas las grietas atrás, Fer Niño dispuso de una buena ocasión que mandó al limbo. Sin hacer nada del otro mundo, el Barça comenzó a cavar la fosa con los goles de Memphis y Busquets. Entonces, Aguirre desabrochó al bloque del corsé táctico y el Mallorca, con Sevilla, Kubo y Kang, se puso a repartir las cartas con criterio. Marcó Raíllo y la inquietud regresó a un Camp Nou que se estaba frotando las manos por el regreso de Ansu Fati.

El grupo bermellón se quedó a medias y sin tiempo para rentabilizar su reacción y dejó en el aire la duda. ¿Qué hubiera pasado si hubiese salido con esa intención desde el arranque? Nunca lo sabremos. Ahora, el sábado, llega una final ante el Granada. La gran final por la salvación. Ese día convendría llegar a tiempo...