El delantero kosovar del RCD Mallorca Vedat Muriqi durante el encuentro. | CATI CLADERA

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Llegó a finales de enero como un desconocido y va camino de convertirse en el héroe de la permanencia. Tiene un aspecto imponente, pelea todos los balones, se lleva por delante al que sea (incluso a sus propios compañeros) y tiene un gen competitivo que está contagiando a la hinchada y está sosteniendo al grupo en el alambre de la categoría. La importancia de Vedat Muriqi en este equipo está resultando trascendental. Autor de los goles terminales -sus cuatro tantos se han traducido en seis puntos-, su ascendencia va más allá de lo que aporta dentro de las líneas enemigas. 

En las acciones a balón parado en contra es el mejor defensor y también sabe tomar buenas decisiones con el balón en los pies. Cuando a los demás les quema, el kosovar se encuentra cómodo en el juego subterráneo. En ese que se juega con el cuchillo entre la maleza. Muriqi es una joya para este grupo.

Apoyado en la pegada -dos goles en dos disparos a puerta-, la seguridad de Sergio Rico -hizo cuatro paradas por ninguna de Pacheco- y la complicidad del VAR -anuló un gol a Lejeune a los cinco minutos- el Mallorca hizo lo que tenía que hacer. Ni más ni menos. Y escogió la practicidad como el camino más corto para alcanzar el éxito y amarrar el botín de seis puntos que había en juego. El grupo de Aguirre apenas necesitó el balón -tampoco lo quiso- para apartar al colista en dos zarpazos que nacieron a balón parado y volver a asomar la cabeza a la superficie para respirar.