TW
0

Nunca he sido partidario de tópicos como vencedor moral o derrotas épicas porque suelen desembocar siempre en lo mismo. En partidos excepcionales y meritorios, pero sin nada tangible que tocar con las manos. El Mallorca dejó buena imagen en el Benito Villamarín, pero regresa sin premio alguno y con un futbolista (Galarreta) con la rodilla destrozada. La dura entrada de Víctor Ruiz -que mereció la expulsión y solo vio la amarilla- puede enviar al centrocampista eibarrés al quirófano con una nueva lesión grave...

Más allá de la derrota, en el trasfondo de la cita queda la sensación de que el Mallorca ha vuelto. Aquel bloque descosido, que se tiraba a la lona al mínimo empujón y era incapaz de arañar a su enemigo vuelve a ser un equipo armado que compite cada balón como si fuera el último y que es capaz de obligar al tercer clasificado de la Liga a colgarse del larguero y pedir la hora.

Encogido en el primer acto, el grupo balear reaccionó tras el descanso y obtuvo el premio del gol de Muriqi, que otra vez transmitió ese gen competitivo. Cuando el Mallorca había tumbado el campo, Bataglia se entrometió para arrojarlo todo a la basura. El argentino sacó el brazo a pasear dentro del área y Willian José transformó el penalti para tirar por tierra una de esas funciones que dan motivos para la esperanza.