Los jugadores del Mallorca se abrazan para celebrar uno de sus goles contra el Cartagena. | Miquel Àngel Llabrés

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Inabordable tras las paredes de Son Moix, el Mallorca se ha propuesto imponer su ley en el único estadio de la Liga que aún no ha sido profanado. Con la primera posición a cubierto y el motor bien engrasado después de tres victorias en cadena, el cuadro de Luis García Plaza se asoma en Gijón a su prueba definitiva como forastero. Se enfrenta el conjunto balear al quinto de la fila, un Sporting al que hasta ahora nadie ha tosido en su centro de operaciones y que amenaza con romper esa magia que le envuelve lejos de Palma (El Molinón, #Vamos, 16.00 horas).

El Mallorca quiere aprovechar la aplastante inercia de esta segunda vuelta —ha sumado 18 puntos de 21 y la única mancha en su expediente es la derrota que sufrió contra el Espanyol— para acercarse todo lo posible a un objetivo que ya empieza a intuirse al final del camino.

Sin tregua en el calendario ni por parte de sus compañeros de vagón, el Mallorca afronta otro de esos encuentros de digestión pesada en la cornisa superior de la clasificación, donde apenas queda espacio para el error. En el caso del conjunto isleño, la batalla llega en un dulce momento. Al menos en cuanto resultados, ya que aunque Logroñés y Cartagena le hicieron sufrir sobre el tapete, acabaron maniatados en el marcador y con la cuenta vacía.

El Mallorca vuelve a salir de su cueva para ir de caza, que es lo que mejor se le ha dado en los últimos meses. Como visitante también ha pintado de verde sus tres últimos desplazamientos (Rayo, Albacete y Logroñés) y ha ganado en siete de las ocho últimas funciones que ha representado. Una barbaridad que ha situado al grupo al frente de la clasificación y que ha despertado un entusiasmo de otros tiempos entre la afición y el entorno. Por eso, el propio Luis García aprovechó su paso por la tribuna de oradores del viernes para rebajar la euforia, pedir calma y recordar que ante el más mínimo despiste se puede venir abajo todo el edificio.

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El técnico bermellón peleará por mantener los registros de su equipo con casi todo lo que tiene en el almacén. El madrileño solo arrastra las bajas por lesión de Iñigo Ruiz de Galarreta y Aleksandar Sedlar —espera poder contar con ambos la semana que viene, frente al Oviedo— y se desplazó a Gijón con una expedición de 24 futbolistas en la que destaca el regreso de Brian Oliván. El lateral izquierdo no juega desde el pasado 21 de febrero y se ha perdido las dos últimas jornadas por unos problemas físicos que ya ha dejado atrás, por lo que podría convertirse en la gran novedad de un once que, salvo giro de guion, mantendrá los rasgos de siempre. Sobre todo, en una línea defensiva que lleva desde finales de enero sin recibir ningún tanto en contra fuera de casa.

De cintura para arriba el conjunto mallorquinista también está abierto a cambios, aunque parece poco probable teniendo en cuenta el buen rendimiento de los habituales. En ese sentido, el que más aprieta es Álvaro Giménez, intenso en todo momento saliendo desde el banquillo y verdugo del Cartagena hace siete días gracias a un preciso lanzamiento de penalti en el tramo definitivo.

El rival

El Sporting, como el Mallorca, trabajará para mantener a salvo su racha más valiosa. Es la única formación del campeonato que no ha doblado la rodilla en su estadio y fruto de esa regularidad en casa ha ido haciéndose fuerte en el convoy de cabeza, en el que ya tiene al Leganés a tiro de piedra. Para hacerlo va a poder contar con el delantero más productivo de la categoría, Uros Djurdjevic, Djuka, que reaparece tras cumplir un partido de sanción.

Otro delantero al que podrá agarrarse David Gallego es Cumic, ausente las últimas jornadas por lesión, pero la presencia del serbio en el once tampoco está ni mucho menos garantizada. La única baja con la que encara el choque el entrenador sportinguista es la de Guille Rosas.