Los jugadores del Mallorca celebran la victoria conseguida en Montivili, estadio del Girona. | Carlos Gil-Roig

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A solo unos días de que al calendario se le caigan las últimas hojas, el Mallorca saltará de un año a otro con todos los músculos del cuerpo marcados y tonificados. El 2020, que en clave rojinegra empezó y acabó entre derrotas y fue rellenado en julio con un amargo descenso, deja sin embargo a un equipo reconstruido, saludable y muy bien posicionado para recuperar, dentro de unos meses, el asiento que tenía hasta hace no tanto entre los mejores.

El Mallorca ha aprovechado la última parte del año para acicalarse y salir con buena cara de ese túnel por el que tuvo que circular en verano, tres perder el rango que tanto le había costado alcanzar y sufrir un desgarrador cambio de rumbo en la dirección técnica. Deja atrás doce meses de turbulencias y cambios constantes para el club que empezó a recorrer de la mano de Maheta Molango y Vicente Moreno y que despacha estos días bajo las coordenadas de Pablo Ortells y Luis García Plaza. Entre ambos, un bloque de jugadores que conserva las facciones y la esencia de los últimos tiempos y que parece empeñado en abrillantar cualquier referencia de las que tiene a la espalda.

En esa dirección, la última versión del Mallorca es la de mayor cilindrada desde que la entidad sufrió aquella dolorosa a caída a Segunda a mediados de 2013. Una subida de nivel que queda patente al comparar la estela que deja el conjunto de Luis García y la que dibujaba por estas mismas fechas el equipo que dirigía Vicente Moreno durante la última campaña en Segunda.

Con el entrenador de Massanassa, que venía de sacar al cuadro isleño de las alcantarillas, el Mallorca se acercaba al ecuador del curso con la ilusión pegada a los huesos tras un inicio esperanzador que nada tenía que ver con las pesadillas de años anteriores en la categoría de plata. Tras 19 encuentros acumulados y a dos para el final de la primera vuelta, el Mallorca era octavo, con treinta puntos en la cartera. Estaba a ocho del líder (Granada), a siete del segundo (Albacete) y a dos del sexto puesto que marcaba la última plaza para el playoff (Cádiz). Un botín sustentado en ocho victorias —seis de ellas en Son Moix— y un balance positivo de 25 goles a favor y 17 en contra. Argumentos suficientes para permanecer en la puja durante los meses posteriores y mantener todas las puertas abiertas hasta las fechas finales, en las que acabó perdiendo el hilo del ascenso directo pero agarrándose con todas sus fuerzas a la cuerda del playoff. Acabó quinto y se ganó un puesto en una angustiosa promoción.

Con más de media liga por cubrir y muchos agujeros aún por llenar, el Mallorca de LGP va unos pasos por delante con respecto al equipo que celebró el octavo ascenso en la historia de la entidad. Es segundo tras su patinazo contra el Fuenlabrada, pero tiene al líder (Espanyol) a un solo punto de distancia y guarda un colchón de un partido sobre ese tercer escalón en el que duerme el Almería.

Además, aventaja en once puntos al séptimo clasificado (Ponferradina), es el segundo máximo goleador (26) y, a su vez, el que menos tantos recibe (7). Un proyecto por definir en un viaje bien encaminado.