Los jugadores del Mallorca, sobre el césped de Son Moix siguiendo los últimos minutos del partido que jugaban Almería y Sevilla. | Monserrat

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Mientras el fútbol discute su futuro y se recupera de dos meses de parálisis, el Real Mallorca celebra el décimo aniversario de su último paseo por las nubes. Diez años desde que el club balear, que por entonces ya estaba en el epicentro de un gran terremoto institucional, emitió por última vez un billete para viajar por Europa. Un premio que en el último momento llegó en formato reducido y que se fue agriando con el paso de las semanas, ya que el conjunto bermellón no podría participar en la Europa League de la temporada siguiente por el veto de la UEFA a raíz de una denuncia del Villarreal.

La travesía de la temporada 2009-10, impecable desde el punto de vista deportivo, había empezado en medio de un intenso y desagradable oleaje en los pasillos de Son Moix. A principios de agosto y al tiempo que la plantilla llenaba la despensa para lo que vendría después, Mateu Alemany vendía sus acciones de la entidad a la familia Martí Mingarro y empezaban los líos. En todas las parcelas. De hecho, la primera gran polvareda de ese nuevo ciclo se levantó en las entrañas del Carlos Belmonte, tras un partido de pretemporada en el que la propiedad le anunció a Gregorio Manzano su primer fichaje. Se trataba de Bruno China, un centrocampista portugués del Leixoes al que el técnico de Bailén —que había reclamado la llegada de Javi Fuego— no quería para nada. Fue solo el inicio de diez meses de turbulencias que, afortunadamente para el Mallorca, no transcurrieron de forma paralela sobre el terreno de juego. Allí la formación rojinegra no bajó de la séptima posición en todo el curso.

Con seis caras nuevas —Rubén González, Julio Álvarez, Felipe Mattioni, Paulo Pezzolano, Borja Valero y el mencionado Bruno China— y pocas expectativas, el Mallorca abrió y zanjó la campaña ganando en su estadio. En la primera jornada se quitó de encima a un Xerez protegido en el centro del campo por Vicente Moreno —2-0, goles de Aduriz y Tuni— y levantó los pies del suelo para no volver a bajarlos. Sumó siete puntos en las tres primeras jornadas y convirtió Son Moix en una fortaleza de muros impenetrables. Ganó todos sus partidos como local entre agosto y febrero (Xerez, Tenerife, Valladolid, Getafe, Racing, Almería, Zaragoza, Athletic, Deportivo y Villarreal) y enganchó la mayor hilera de triunfos seguidos en casa como equipo de Primera. Logró más victorias (15) y goles (42) que nunca ante los ojos de su público. Una tarjeta brillante que, a su vez, era también la más sobresaliente en la ficha de su técnico.

Ajeno al ruido que llegaba desde los despachos, el Mallorca se pasó todo el ejercicio nadando entre los grandes. Con una columna vertebral formada por Aouate, Nunes, Borja y Aduriz, el vestuario también creció en torno a la explosión del Chori Castro, la aportación de Julio Álvarez o la verticalidad de Mattioni desde el costado derecho.

La fantasía europea empezó a cobrar volumen antes de que acabara la primera vuelta. Seguramente fue en diciembre de 2009, con el primer triunfo jamás sellado (en Primera) en El Sadar, esculpido por un golazo de Castro (0-1). El equipo se lo fue creyendo y llegó a las diez últimas jornadas sentado entre los cuatro primeros. El sueño había ido un poco más allá y pasaba por obtener la tercera clasificación de la historia para la Champions.

PALMA - FUTBOL - PARTIDO DE LIGA EN EL ONO ESTADI ENTRE EL REAL MALLORCA Y EL ESPANYOL, (2-0).

El Mallorca se plantó en la última jornada con el billete para la Europa League dentro del bolsillo. Pero faltaba la guinda. El Sevilla, que venía de caer en el Pizjuán ante el Barça, necesitaba ganar en Almería para que los baleares no le arrebataran la cuarta plaza en los postres si ganaban al Espanyol. Los isleños cumplían con su parte del trato y anulaban a los de Pochettino con tantos de Víctor y Mario Suárez (2-0). Acababa el partido y los jugadores se arremolinaban para seguir por el videomarcador del fondo sur el final del Almería-Sevilla, empatado a dos en el minuto 92. Ya con el cava a punto de descorcharse, aparecía un chaval llamado Rodri con un remate acrobático que lo inundaba todo de lágrimas. Con un gol que empapaba el último pasaporte que ha tenido el Mallorca.