Alfredo Ortuño es felicitado por sus compañeros después de marcar ante el Tenerife. | M. À. Cañellas

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Desde ese oscuro y estrecho corredor en el que ha fijado su residencia, el Mallorca empieza a intuir algo de luz. A solo cuatro etapas de hacer cumbre, el equipo de Fernando Vázquez tiene otro color, se ha quitado varios kilos de encima, ha incrementado las reservas de oxígeno y, lo que es más importante, se ha dado una capa de confianza que le permite acercarse al final del pasillo con cierto optimismo. El riesgo de precipitarse al vacío está ahí, pero la sensación ha cambiado tras la victoria ante el Tenerife y su correspondiente actualización en la parrilla de liga. Porque a golpe de corazón ha vuelto a levantar un pequeño muro de hormigón entre su posición y la línea de puntos de la clasificación. Este sábado, dentro del marco de una jornada crucial, toca visitar un estadio lleno de trampas y a un Girona que vive a otro nivel, pero uno nuevo triunfo, especialmente si se combina con el tropiezo de alguno de sus vecinos, podría equivaler a media permanencia (Montilivi, Multifútbol dial 177, 18.00 horas).

De una semana a otra el ecosistema del Mallorca se ha transformado. El gol de Ortuño ante el Tenerife ha provocado que la montaña rusa en la que viaja el equipo tome un camino ascendente y la plantilla, casi cuarenta jornada después, parece haber memorizado la consigna con el deseo de aplicarla. Tanto el técnico como los futbolistas que han pasado esta semana por la tribuna de oradores coinciden en que sacar algo de Montilivi sería beneficioso, pero en principio nadie parece conformarse con un empate de salida. Ha llegado el momento de aprovechar de ola. La hora de acelerar las gestiones y el papeleo. El día de encauzar, definitivamente, la continuidad del club en el engranaje del fútbol profesional.

Tanto ha supuesto el encuentro de la semana pasada que Fernando Vázquez podría incluso fotocopiar el once tras el que se parapetó por última vez.

La supuesta reacción del Mallorca y la vitalidad con la que afronta las últimas curvas tendrán que superar, sin embargo, a la de un Girona que no puede permitirse errores en Montilivi si pretende seguir pujando por el ascenso. La derrota de hace dos semanas en Córdoba y el empate del domingo pasado en Elche han dejado al cuadro catalán sin margen de error para lo que queda de campaña. La formación de Pablo Machín se ha instalado ahora a dos puntos de la promoción, cuando solo quedan cuatro partidos por disputarse, por lo que otro frenazo podría devastar sus previsiones más dulces.

Lo que sí debería favorecer al Mallorca son las bajas que han sacudido al Girona. Importantes, además. Alcalá no podrá jugar tras ser expulsado por doble amarilla en Elche, Granell deberá cumplir ciclo de amonestaciones y Aday y Carles Mas siguen lesionados.