Ximo Navarro intenta atajar un centro de Adrián Ripa, defensa del Numancia, en el partido del pasado sábado en Los Pajaritos. | WIFREDO GARCÍA

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El Mallorca sigue sin perder de vista ese agujero negro que se abre poco a poco bajo sus pies. El empate redactado el sábado en Los Pajaritos acabó con la peor retahíla de resultados de la temporada, pero con la clasificación en la mano solo ha servido para alargar la incertidumbre que sacude al extremo sur de la clasificación y para limitar, más todavía, el margen que se había reservado el grupo para maniobrar frente a un posible descalabro final. Entre otras cosas, porque el triunfo del Jaén —3-1 en su estadio sobre el Recreativo— ha distanciado a los andaluces de las brasas, ha acentuado la soledad de los baleares al borde del barranco y ha convertido el partido del próximo fin de semana (Son Moix, 18.15 horas) en el más importante de su historia moderna. De hecho, solo el frenazo de Girona ante el Castilla va a mantenerle esta semana fuera de la zona acordonada.

El paso del Mallorca por Soria representa el enésimo desengaño de estos últimos kilómetros de la campaña. Después de un primer tiempo bastante digno en el que hidrató la ilusión de sus aficionados por agarrarse a la permanencia, el equipo sufrió otro desmayo en el intermedio y acabó dando por buena una igualada que el Numancia, especialmente a través de Sergi Enrich, propició por su defectuoso punto de mira. Porque los últimos minutos vivió la escuadra isleña a merced del once castellano, que moldeó el encuentro a su gusto.

Malas señales

Desde el prisma más entusiasta, el conjunto de Carreras rompió en Soria la capa de hielo que cubría sus números desde el pasado 29 de marzo y desempolvó sus dígitos en ataque, inmóviles desde hace más de un mes. Sin embargo, a su vez se reprodujeron sus tics más nocivos: el grupo siguió un camino descendente, se vio superado por el empuje de un adversario mucho más encendido y ni supo ni pudo maniatarlo a tiempo. Además, el propio Carreras fue incapaz de reaccionar a los movimientos que trazó su colega Juan Antonio Anquela sobre el tablero de Los Pajaritos. El Numancia apreció la debilidad de su invitado y taladró el perfil izquierdo de su defensa al tiempo que amontonaba oportunidades en torno a su arma favorita: los saques de esquina y las acciones de laboratorio a balón parado.

Enterrada la posibilidad de tomar impulso en el hogar de otro enemigo en potencia, el Mallorca se expone ahora a un mes de tensión y locura. Empezando por el sábado, donde aguarda un partido envenenado. Para el Jaén, lanzado y con la vista levantada, el empate sería un resultado magnífico, ya que puntuaría en casa de un enemigo, se mantendría apartado del barro y conquistaría el golaverage a falta de solo tres partidos para la clausura.


Más allá de los aspectos futbolísticos, se adentra el Mallorca en otra semana fundamental en la que va a poner a prueba sus nervios. El estado de Thomas, que se fue de Los Pajaritos lastimado por una durísima entrada de Juanma, representa ahora la principal preocupación de un técnico que deberá preparar mentalmente a los jugadores para la batalla.