Pep Lluís Martí y Fernando Tissone intentan detener el avance del deportivista Juan Domínguez durante una acción del encuentro. | Pere Bota

TW
76

Mallorca 2 - 3 Deportivo


Mallorca: Aouate; Hutton, Geromel, Nunes, Luna; Alfaro, Martí (Hemed, min. 56), Tissone (Javi Márquez, min. 77), Pina; Dos Santos; Víctor Casadesús (Nsue, min. 56)

Deportivo: Aranzubía; Manuel Pablo, Marchena, Aythami, Silvio; Bruno Gama (Salomao, min. 73), Dominguez, Abel Aguilar, Valerón (Zé Castro, min. 88); Pizzi y Riki (Nelson Oliveira, min.79)

Goles: 1-0, min. 19: Víctor remata en la entrada del aérea y el balón entra tras rebotar en Aythami; 1-1, min. 26: Silvio; 1-2, min. 47: Marchena; 1-3, min. 60: Riki; 2-3 min. 86: Nsue.

Árbitro: Ayza Gámez (comité valenciano). Amonestó a Martí, Pina, Marchena, Geromel y Aranzubía.

Si el paso del Deportivo por Son Moix tenía que marcar tendencia, el Mallorca debería prepararse para lo peor. En pleno Domingo de Resurrección y con el sol de de cara, el equipo de Manzano se disparó a sí mismo en las extremedidades inferiores, arruinó sus progresos de las últimas jornadas y reanimó a un conjunto demacrado y sepultado hace tiempo que había sido incapaz de ganar un solo partido lejos de Riazor en toda la temporada. Empujado por las decisiones de su entrenador y por la actitud de un grupo irreconocible, el cuadro isleño vuelve a dormir en la zona más fría y oscura de la cueva. Y aunque todavía hay tiempo para escapar de un posible derrumbe, el termómetro vuelve a estar bajo cero. Los nubarrones lo cubren todo (2-3).

Había amanecido sin luz la jornada para el Mallorca. Forzado a maniobrar al no recibir un solo guiño procedente del resto de puntos calientes de la jornada, regresaba Manzano al epicentro de la crisis con una insólita reforma de la defensa. Sentaba a su lado a Bigas y Kevin, recuperaba para la causa a Luna y Geromel y almacenaba para otra ocasión la pólvora de Nsue y Hemed. Aún así, su extraño tratado de intenciones alimentó durante un tiempo la ilusión de seguir trepando.

Pese a la tensión que acumulaba el grupo en todos sus músculos, el equipo le daba la mano a un estadio a rebosar y Víctor marcaba el camino con un tanto tan afortunado como valioso. El canterano aprovechaba un gazapo tremendo de Marchena y su disparo, mordido, descuadraba a Aranzubia tras encontrarse con Silvio en su camino a la portería. Había empezado la fiesta (minuto 18).

Sin embargo, el tanto le sentó como un tiro al Mallorca, que inició un surrealista proceso de descomposición. Lejos de rebajar la carga que transportaba, la ventaja introdujo a los isleños en una espiral autodestructiva y el Deportivo se puso en pie. Sobre todo a partir del empate de Silvio. El lateral portugués, salpicado por la diana rojilla, enmendó su error inicial con una jugada maravillosa que reiniciaba la función (minuto 27). Con la grada casi en silencio, el cuadro gallego comenzaba a producir y solo tres minutos más tarde Pizzi ponía a prueba a Aouate en otro mano a mano escorado aunque taquicárdico. La música había dejado de sonar. De repente, se había hecho de noche.

El descanso tampoco alivió la incipiente desazón mallorquinista. Todo lo contrario. Reaperecían los fantasmas a balón parado y Marchena, de forma cruel, evaporaba el escaso amor propio que todavía guardaba el equipo en los bolsillo. Aún no se apreciaba, pero el drama estaba cobrando forma.

Con casi un acto por delante, el Mallorca no reaccionó y siguió perdiendo peso. Manzano rectificó sobre la marcha, pero Fernando Vázquez ya le había ganado la partida y solo quedaba el trámite de redactar el acta del encuentro. Riki agrandó el agujero y Valerón, antes de largarse ovacionado, pudo darle al marcador un tono sonrojante. El Mallorca quiso agarrarse a la épica con un irregular tanto de Nsue, pero ya era tarde. El madero de la salvación volvía a difuminarse entre la bruma del horizonte.