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Tensión, nervios, emoción, incertidumbre, dudas. Todas estas sensaciones se entremezclaban entre la afición del Real Mallorca, que dos horas antes del inicio del partido, rodeaba ya la puerta de acceso de los autobuses de los equipos. La pelea organizada por los ultras del Atlético de Madrid fue el incidente más grave registrado antes del encuentro. La sangre en la cara de uno de los aficionados rojillos denotaba que la violencia había hecho acto de presencia. Fue la nota negativa en una previa espectacular donde más de mil seguidores recibieron al Mallorca y les inyectaron a los futbolistas toda una serie de sensaciones desconocida por muchos de ellos. El fuego de los demonios de Santa Margalida y Artà fue presagio de que en el partido esperaba un infierno. Y lo fue.

Con mucha antelación los más de 23.000 seguidores fueron llegando al Iberostar Estadi, muchos con ciertas dudas de dónde debían sentarse porque no son los 14.000 habituales. Pero ayer eran muy bienvendios porque cada seguidor significaba un gramo más de apoyo para una plantilla que necesitaba más que nunca el empuje. Bocinas, confites, y un tifo enorme en el que se podía leer «no me falles Real Mallorca yo nunca te he fallado». Todas las sensaciones eran positivas, pero no hay que engañarse, el miedo estaba metido en el cuerpo en todos los corazones mallorquinistas, sobre todo cuando se llegó al descanso con dos goles en contra. Los chicos de la Grada Joven animaron en todo momento, intentaron traslasdar su euforia al resto del campo, pero había demasiado miedo, inclucos para gritar y par animar. El miedo atenazaba a los futbolistas, pero también hacía lo propio con los seguidores.

El fantasma del descenso pleneó en todo momento por Son Moix y ni los demonios de Artà y Santa Margalida les podían echar fuera. Sin embargo, ayer quedó demostrado una vez más que esta afición es de Primera, que cuando más se la necesita siempre da la cara y no deja nunca a su equipo de lado. Son Moix vivió una noche, que volverá a pasar a la historia.