Imagen de Albert Torres en París, tras la última etapa. | Fernando Fernández

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Acabar el Tour de Francia, en la mayoría de los casos, es sinónimo de victoria. Y lo es en el de Albert Torres Barceló (Ciutadella, 1990), a quien pasados los treinta le ha llegado su oportunidad en las grandes vueltas. Probó fortuna y respondió en los Giros de 2020 y 2021 y por ello, el Movistar Team le dio la alternativa en el premio gordo del calendario. Y como escudero del mallorquín Enric Mas en una presencia balear doble inédita desde hacía más de medio siglo, pero que por primera vez en 109 ediciones de al ronda gala, situaba a Menorca dentro de su radio de acción.

«La verdad es que es algo que valoro muchísimo, me siento afortunado», comentaba minutos después de cruzar la meta de los Campos Elíseos el de Ciutadella. «Conseguir algo así para el ciclismo de Menorca me enorgullece, por mi gente y también a la hora de ver mi trayectoria, más cuando me centraba más en la pista», proseguía Torres, quien resalta que «en esa parcela tenía mis objetivos y los he logrado por fortuna, pero en carretera, he tenido la suerte en los últimos años de correr dos Giros y un Tour de Francia. Eso era impensable hace un tiempo», admite el menorquín del Movistar, único balear que ha llegado a París en 2022 de los dos que tomaron la salida en Copenhague el pasado día 1.

Acabar las etapas de montaña, trabajar en el llano y servir de soporte a sus compañeros y jefe de filas era la misión encomendada a Albert Torres, que deja para la historia su llegada a los Campos Elíseos en en año de su debut, algo que resultaba utópico para el ciclismo menorquín, donde el olímpico y campeón mundial en pista ha dejado el listón alto. Muy alto. Como anécdota, quedarse a las puertas del temido y mediático 'farolillo rojo'', acabando penúltimo en la general, a más de cinco horas y media del maillot amarillo, Jonas Vingegaard, «un fuera de serie», dice.

Pone en valor Albert que, «más allá del trabajo o los resultados indviduales, lo importante es que el equipo está contento con mi trabajo, con la fuerza que le pongo y con mis puntos fuertes», añade el corredor, quien deja claro que su primera meta en este Tour era «trabajar para Enric (Mas). Hicimos un equipo para luchar por la general y al final no ha podido ser», relata.

Han sido unas semanas cargadas de experiencias y emociones. Desde codearse con los mejores a conocer y hollar cimas inimaginables. La presencia puntual de su hijo, Martí, y su esposa, la ex ciclista María del Mar Bonnín, han hecho más ágil el esfuerzo a Torres, que no esconde la intensidad y el impacto que supone una prueba como el Tour. «No tiene nada que ver con otra carrera... La velocidad está uno o dos puntos por encima del resto. Cada día....», refiere.

No ha tenido momentos críticos en la alta montaña y ha sabido sortear las dificultades de los altos promedios de velocidad y los cierres de control. «Al final, sabes con quién estar en las grupetas», dice al respecto, aunque recuerda que, en la etapa sexta, en la que Van Aert perdió en liderato «se voló, íbamos como motos y lo pasé un poco mal».

Tuvo, por último, palabras de ánimo para Enric Mas, que se vio forzado a retirarse al dar positivo por COVID en el tramo final, tras reconocer en la etapa con final en Hautacam un problema de «miedo» en las bajadas. Una situación que comprende Torres y que entiende como «normal cuando tienes caídas», explicando que resulta «difícil imaginar cómo se va en las bajadas... Impresiona. Cuando te falta confianza, pierdes metros y luego, para recuperarlos, tienes que suplirlo con un plus de fuerza. Y eso pasa factura. Pero Enric está en buenas manos, le apoyamos todos y lo superará, seguro», asegura con enorme convicción Albert, el primer y único menorquín que puede presumir de haber acabado un Tour de Francia. Nada menos.