El delantero del Athletic Club de Bilbao, Fernando Llorente (i), intenta el remate ante la oposición de Filipe Luís, defensa brasileño del Atlético de Madrid, en un partido de la pasada temporada. | Efe

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Fernando Llorente, el rey león, ha abdicado de su trono tras confirmarse hoy que no quiere renovar por el Athletic de Bilbao, por lo que dejará por la puerta de atrás el club de toda su vida.

Llorente, de 27 años, riojano de Rincón de Soto, aunque nacido en Pamplona, con lo que cumple la filosofía del Athletic de jugar con vascos y navarros, fue captado para el Athletic por Amorrortu y llegó a Lezama entre lágrimas de niño, cuando con sólo once años se tuvo que separar de sus padres para abrirse camino en Bilbao.

Desde entonces, ha permanecido en el Athletic. El 16 de enero de 2005 Ernesto Valverde le hizo debutar en un partido contra el Espanyol y tres días después hizo su primer «hat trick» (tres goles), al Lanzarote en partido de la Copa.

Sin embargo, le costó mucho asentarse. En su primer año completo con el primer equipo, el entonces entrenador, Javier Clemente, no le apreciaba. Demasiado frío y blando para el volcánico técnico de Baracaldo.

Tras un par de temporadas de transición, en la que sólo metió dos goles en cada una, tuvo que ser Joaquín Caparrós el que apostara por él y despejara las dudas de si servía o no.

Todavía se recuerdan las palabras de Caparrós a Aitor Ocio, el entonces «jefe» de la defensa rojiblanca, diciéndole que no tuviera piedad con Llorente en los entrenamientos, para que curtiera el carácter bonachón del gigante.

La receta sirvió, y Llorente se convirtió en el máximo goleador del equipo desde entonces, en la 2007-08, hasta hoy. Su 1,94 y su potencia hacen que por arriba sea el mejor goleador de España, lo que acompaña con un juego de pies bastante aceptable.

Sus tantos le llevaron a la selección absoluta en noviembre de 2008, donde debutó en un amistoso frente a Chile. Campeón del mundo en Sudáfrica y de Europa este año, aunque en esta última Eurocopa no ha jugado un minuto.

Han sido sus 29 goles de la última temporada los que paradójicamente le han llevado al cisma con el club y con la afición. Con un contrato que acaba en junio del 2013, Llorente ha pedido 5,5 millones de euros netos por renovar, un millón más de lo que le ofrece la directiva.

Las conversaciones se han roto -en este caso, parece que la afición está con la directiva en su posición de no ceder- y Llorente ya ha dicho que no renueva.

Pero no sólo por dinero se marcha Llorente, porque las cuestiones personales y deportivas tienen al menos la misma importancia: los pitos y cánticos de «Llorente, estamos en crisis» que una parte de la grada de San Mamés le dedicó al jugador en el partido de hace diez días frente al Slaven son la culminación de una relación fría del público con el jugador.

Quizás, porque como Clemente, los prefiere más raciales, la grada ha racaneado a Llorente el aplauso, mientras se ha hartado de corear gritos de «Toquero, lehendakari» a su brioso compañero de delantera. Pocas veces se ha oído un «Llorente, Llorente» en San Mamés, y lo que puede oír si se queda un año sin renovar es de todo menos guapo.

El delantero también busca dar un salto cualitativo en su carrera y enrolarse en un equipo que le permita disputar la Liga de Campeones, y si es en Inglaterra, donde ya ha dicho que le gustaría jugar, mejor.

De momento, el club se ha obstinado en no venderle, y remitir al que quiera comprarle a la cláusula de rescisión, de 36 millones. Con ello se arriesga a que se vaya gratis y deja en manos del entrenador, Marcelo Bielsa, si le alinea o no en la temporada que empieza ahora.

Urrutia ha negado hoy que hayan llegado ofertas por el jugador, pero a partir de hoy se llenarán páginas y páginas con las ofertas por el jugador en lo que promete ser el culebrón del verano y quizás del otoño.