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Roland Garros mantiene su particular idilio con el suizo en una nueva demostración de sus preferencias, aunque Rafael Nadal gana terreno en el corazón de los aficionados franceses. El público de Roland Garros siente devoción por Roger Federer y la final volvió a dejar patente que los aficionados galos están del lado del helvético siempre que está sobre la pista.

Nadal se ha ganado el respeto de todos con sus seis victorias, pero ni sus intentos por hablar francés ni su actitud impecable en la Philippe Chatrier pueden con la pasión que despierta el jugador helvético en el Grand Slam francés. Cada vez son más los turistas españoles que avivan los cánticos a favor de Rafael Nadal y también hay más de uno que hace esfuerzos por dedicarle gritos en español e incluso en mallorquín.

No obstante, Federer también arrastra a muchos seguidores suizos y el público francés marca la diferencia porque adora el juego exquisito que exhibe el ex número uno mundial. Como Nadal, con más actitud de guerrero, siempre ha ganado a Federer en Roland Garros, la balanza se inclina aún más a favor del segundo, que habla muy bien francés y siempre ha catalogado Roland Garros como uno de sus torneos favoritos. El propio Nadal aseguró que el público se mostró «muy correcto» y que animó «a quien ha querido en cada momento del partido». Los gritos de «¡Roger, Roger!» eclipsaron a los de «¡Rafa, Rafa!» aunque la confluencia de los gritos hacía difícil distinguir el unánime que acaba imponiendo el nombre del suizo. La intensidad de los «¡oohhh!» y los decibelios que prosiguen a sus golpes superan los aplausos que recibe Nadal cuando obtiene puntos de mérito o se apunta juegos y sets.

Los periodistas franceses aseguran que no se trata de animadversión a Rafael Nadal y como prueba también remiten al ambiente que se vivió durante la semifinal ante Novak Djokovic, un jugador que hace notable esfuerzos por caer bien al gran público y que genera simpatías en Francia. Los aficionados convirtieron el choque entre Nole y el suizo en un partido que se asemejaba a una eliminatoria de la Copa Davis en la que Djokovic era el visitante y Federer el anfitrión.