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Con 36 años a sus espaldas y decenas de miles de kilómetros en sus piernas, Joan Horrach mantiene la ilusión y el sentido del humor que le definen intactos. El veterano profesional de Deià afronta la última gran misión del curso 2010 en una Vuelta a España a la que llega con el futuro solventado. Su relación con el Katusha se prolongará un año más, convirtiéndole en uno de los ciclistas más longevos del pelotón nacional.

Por el momento, Horrach centra sus miras en la ronda española, que arranca el día 28 con una crono por equipos en Sevilla. Con siete participaciones en su currículo -2002, 03, 04, 05, 06, 07 y 2010- ya es el segundo isleño con más presencias en la prueba, en la que intentará romper los 34 años de sequía balear -Antoni Vallori ganó una etapa en el ya lejano 1976-, con el aval de ser el último mallorquín en imponerse en una grande (Giro 2006).

El corredor del Katusha será el único balear en liza. La marcha de Vicenç Reynés al Omega Pharma Lotto hizo que el HTC Columbia le dejara sin dorsal en la Vuelta, y con poco más de sesenta días de competición y un Giro en la mochila, Horrach no renuncia a nada, aunque sabe cuál es su cometido. «Voy para ayudar al equipo en la crono, en la que podemos ganar, y de cara a la general, a darlo todo por 'Purito' Rodríguez y Karpets. Joaquim es nuestra gran baza y para el Katusha sería importante estar en el podio de una 'grande'. Y si llega el momento de luchar por una etapa y los directores dan el OK, pues a por ella», explica el de Deià.

La Vuelta es una competición que agrada a Horrach «porque son etapas cortas y es más compensada que el Giro o el Tour. Por eso, la disfrutas más y te centras más a la hora de ayudar al equipo», comenta. Tras correr en Brescia, San Sebastián y Burgos -donde ganó la crono por equipos-, Joan llega «con las fuerzas justas», y señala a 'Purito' como aspirante al triunfo en la edición número 75 de la Vuelta. Eso sí, no esconde que «los Schleck vendrán con ganas de hacer algo grande», y que para el Katusha «ganar la crono por equipos supondría una gran dosis de tranquilidad para la carrera».

El recorrido lo ha estudiado por encima, y destaca la dureza del final en alto que está llamado a ser protagonista de la Vuelta: la 'Bola del Mundo', en la penúltima etapa. «Es dura. Tienes que subir hasta Navacerrada y después seguir para arriba por un camino de cemento de tres metros de ancho... Fuí un día entrenando y no llegué, con eso te lo digo todo», bromea Horrach, quien comparece ante un nuevo desafío dispuesto a demostrar que su pasión por el ciclismo no entiende del paso de los años y que tiene cuerda para rato.