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El rodillo del Mallorca en casa no cesa. El grupo isleño está reescribiendo su propia leyenda cada vez que abre las puertas de Son Moix. Siete partidos en Palma y siete victorias. Un arranque digno de hemeroteca para un bloque que vive en permanente fiesta y que ha sido capaz de convertir algo esporádico como una goleada en rutinario. Suma 20 goles como local, la misma marca que el líder Barça, sólo ha recibido 3, y cierra una jornada más acostado en plazas de competición europea. Sólo el Mallorca de la buena época de Cúper podría presumir de unos números que invitan al optimismo. Y es que hasta Gregorio Manzano ya sabe ganar en diciembre (4-1).

Gregorio Manzano ha cuajado un equipo que vive en permanente estado de alerta, con la guardia siempre arriba, capaz de ganar hasta sin brillar, como por inercia. Ni siquiera necesita que sus mejores hombres estén enchufados, como ayer Julio Alvarez o Borja Valero, para ajusticiar a su adversario, e imponer su estilo. Ni el extremo hispano-venezolano ni el creador madrileño atraviesan por su mejor momento. Si ellos no aparecen, resurge la figura de Castro para encender las luces y mostrar el camino. También Víctor contribuyó a la victoria. Pelea cada balón, rebaña cualquier jugada y asiste con criterio. Le entregó dos pases de oro a Aduriz -uno de ellos desembocó en el 2-0- y cuajó una faena extraordinaria a la que sólo le faltó el gol.

La picardía del Chori, que sigue creciendo semana tras semana, elevó el juego al resultado con el descanso en el horizonte. El uruguayo porfió una jugada, adivinó la decisión de Laguardia (una cesión con la cabeza a López Vallejo) para rebañar un pase de la muerte que Aduriz rentabilizó con el tanto. Aritz, que había desperdiciado dos mano a mano, esta vez sí acertó para batir a un Zaragoza tembleroso atrás y sin pólvora arriba. El delantero irundarra parece haber perdido finura con la lesión, pero no ha olvidado el gol. Marcó dos, aunque pudo haber anotado otros tres. La puesta en escena de los de Manzano había sido codiciosa, pero escasamente efectiva. Las penetraciones de Castro por la izquierda y la movilidad del dúo Víctor-Aduriz en ataque provocaron unas enormes brechas en la zaga del Zaragoza, formada por dos imberbes como Laguardia y Goni y por un veterano como Ayala que se dedicó a repartir estopa sin sentido. El primer gol se produjo cuando al Mallorca más le estaba costando llegar, cuando el Zaragoza por fin se había atrevido a salir de la cueva para asustar a Aouate. Su mejor acción, un cabezazo de Jorge López que el portero israelí atrapó en dos tiempos y un cabezazo de Gabi que atrapó Dudu. El resto, nada de nada. Con su arsenal ofensivo en la enfermería y Ewerthon en el banquillo, Marcelino lo fió todo a la habilidad de Lafita, una apuesta loable que precisaba acompañamiento. La buena tarde de Nunes y Ramis provocaron un cortocircuito en el ataque maño en general y el mediapunta en particular.

Lo más boyante de la tarde llegó a la vuelta de los vestuarios, cuando, de repente, se desbordó la rutina y el Mallorca apretó de lo lindo. Nada más iniciarse el choque, llegó otra ocasión de Aduriz. El '21' recibió un pase de orfebrería de Víctor que le dejó, de nuevo, solo ante López Vallejo. Recortó al meta navarro, pero se quedo sin ángulo y remachó al exterior de la red. El Zaragoza presionó a base de córners, con tres en apenas diez minutos. Pero el Mallorca era el único equipo que creía. Después de una contra de manual que levantó a la grada, llegó la sentencia. Víctor se sacó de la manga un pase perfecto para la carrera de Aduriz, que resolvió su tercer cara a cara ante el meta rival picando por alto el esférico.

Sin tiempo para que el Zaragoza se lamiera las heridas, llegó el tercero, un cabezazo intencionado de Mario Suárez al primer palo a la salida de un córner que sorprendió a López Vallejo. Keita se recreó para firmar la goleada y Ander maquilló la tarde.