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     Sebastià Perelló (Son Servera-Túnel) cantó victoria demasiado pronto. No contaba el mallorquín con la última pedalada del portador del maillot del arco iris, esa escala de colores que distingue al mejor del planeta. El holandés Flavio Pasquino apuró hasta la misma línea de meta de Cala d'Or para privar de la gloria al que todos daban por ganador y hacer valer las credenciales con las que llegaba a la Semana Internacional de Másters. Fue el colofón a una jornada agitada, en la que el férreo control de los líderes de ambas categorías acabó por llevar al esprint el desenlace de ambas carreras, aunque fue en la de Másters 30, 40 y Séniors donde nada se decidió hasta el último golpe de riñón.

Como antesala -Másters 50 y 60-, José Luis Blanco halló premio a su insistencia en forma de triunfo de etapa (Cala d'Or-Cala d'Or, 65'6 kilómetros), la segunda de la Vuelta a Mallorca. Eso sí, bajo la férrea mirada de un Wladimir Gottfried que retiene el maillot amarillo y está un poco más cerca de su objetivo.

Bloque
Los más curtidos del pelotón pisaron el acelerador a las primeras de cambio (65'6 kms. a 41'59 km/h). Buscar el punto débil de Gottfried resultó estéril, pues el alemán siempre estuvo delante. Ahí se dejó ver con soltura Tolo Quetglas, mientras por detrás, el fuerte ritmo pasaba factura en forma de abandono o rentas insalvables (un grupo de 13 unidades llegó a meta con 10:28 de retraso). Fermín Andrés, Joan Gelabert y Miquel Sancho aguantaban el tipo con enorme dignidad y no renunciaban a nada, aferrándose a sus opciones en la general. Estaba condenada la carrera a decidirse en el esprint, ya lanzado en un último kilómetro que dibujaba un trazado no apto para un descuido. Ahí no fallaron los más regulares de la Semana. Y el español José Luis Blanco no quiso desaprovechar la oportunidad de reivindicarse y prolongar su extensa hoja de servicios en la Semana. La euforia de su grito al atravesar la meta (1:34:37, dando tiempo a los 44 primeros) reflejaba la necesidad de un triunfo balsámico y de enorme valor. Por detrás, Vlerick, Fadeev, un implacable Gottfried, De Kinkelder, Grünig o Post se debían conformar con escoltarle. Mientras, Omer Debecker puso al acento belga.