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El Mallorca ya ha descubierto el sabor del fracaso. Lo hizo en el escenario previsto y ante un enemigo de talla superior, pero también aireando su lado más oscuro. Con unos argumentos diametralmente opuestos a los que exhibía su última versión, el conjunto de Manzano se sacudió las virtudes que había expuesto hasta ahora y se entregó desde el principio a un Sevilla armado hasta los dientes. Primer examen de altura y primera decepción del curso (2-0).

 

La escuadra que emergió sobre el tapete del Sánchez Pizjuán nada tenía que ver con el que aniquiló al Tenerife hace sólo unos días. Manzano llevó al límite la reforma que había anunciado en el once y le aplicó seis cambios que difuminaron la imagen del grupo. El de Bailén sentó en el banco a algunos de sus efectivos más enchufados (Borja o Tuni) y se la jugó con tipos como Bruno China, Castro o Webó. Las permutas asolaron el centro del campo y el juego balear se desplomó a las primeras de cambio. O mejor dicho, nunca existió. El Sevilla, que no quiso quemarse de inicio, asumió los mandos del juego por inercia. Hasta que se agotó el primer cuarto de hora. Jesús Navas reclamó el turno de palabra y empezó a componer las mejores notas del partido.

 

El Mallorca se encogió de hombros y a los dieciséis minutos, mientras el Pizjuán recordaba al desaparecido Antonio Puerta, recibía la primera cornada. Escudé aprovechó un saque de esquina para prolongar la bola hacia el otro central sevillista, Squillaci, y éste exprimió las indecisiones de Bruno China y Aouate para destapar el marcador con un buen cabezazo.

 

Los bermellones agudizaron su indigestión y el Sevilla subió una marcha. Sin Borja en la trinchera, el equipo isleño sufre un colapso continuo y sus posesiones se diluyen al instante. Y el Sevilla, que administra el tercer gran proyecto de la Liga, lo comprendió enseguida. Jiménez siguió apretando tuercas y Navas, que por entonces ya volaba, fabricó el segundo desde las alturas. El excelso centrocampista hispalense le regaló a la grada una jugada de videoteca y asistió después a Perotti, que empujó el cuero desde la línea con la autorización de Josemi (minuto 24).

 

El Sevilla pudo despachar el encuentro casi al momento, pero no lo hizo y dejó que el Mallorca se levantara poco a poco. Bruno China se arremangó y el equipo cogió algo de color, aunque tampoco era muy intenso. De hecho, no fue capaz de hacerle un solo rasguño al anfitrión. Sólo un disparo sin sentido de Varela demostró que había vida entre el ejército balear.

 

En el segundo acto los problemas se hicieron todavía más grandes. Aouate, que durante el primer tiempo había sufrido un encontronazo con Bruno China, se quedó en el vestuario para cederle la custodia del marco a Lux. El argentino lo pasó mal para incorporarse a la función sobre la marcha. Muy mal. Todavía no se había cumplido su primer minuto en acción y ya se había precipitado con una salida en la que Adriano estuvo a punto de redactar la esquela rojilla. Afortunadamente, apareció Ramis para sacar el balón sobre la línea y mantener al Mallorca con pulso.

 

El Mallorca no divisaba una sola luz en el horizonte, mientras el Sevilla hacía sangre en cada una de sus aproximaciones. Manzano buscó oxígeno a través de Borja y remodeló de nuevo su equipo, pero los cambios de peones que activó Jiménez anularon casi todos sus intentos. Las bandas estaban amputadas y aunque Bruno China dirigía el tráfico con criterio, seguían faltando algo. El siguiente paso fue confiarse a Keita. El guineano funciona muy bien como recurso de última hora, pero sus respuestas son tan imprevisibles que no garantizan nada. A falta de diez minutos, cuando los andaluces se daban por satisfechos y abrían sus puertas, Alhassane arrojaba a la papelera la oportunidad del partido, el único resquicio por el que se intuía algo de esperanza. El africano, sólo ante Palop, se echó una siesta antes de decidir su remate y Escudé le despertó por las malas. No se quedó ahí. Cinco minutos después volvió a capturar un balón, esta vez escaso de ángulo, y lo estampó a quemarropa sobre el cuerpo de Palop. Ya no había nada que hacer. Ahora espera el Valladolid. Toca levantarse.

El Sevilla se apoyó en las acciones de estrategia para sacar petróleo. El conjunto andaluz abrió la lata a la salida de un córner, con dos cabezazos dentro del área, y aprovechando unos desajustes defensivos que destaparon la falta de intensidad del equipo en esas acciones. También en la segunda mitad creó peligro a balón parado.