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Esteban Ortiz|SPRINGFIELD
El jugador más grande de todos los tiempos de la NBA, Michael Jordan, vivió ayer un sueño al entrar a formar parte del Salón de la Fama como cabeza principal de la Clase del 2009.

Junto a la ex gran figura de los Bulls de Chicago, también se unieron a las leyendas de todos los tiempos el ex pívot David Robinson, de los Spurs de San Antonio, y el base John Stockton, de los Jazz de Utah.

Jordan, que como profesional lo consiguió todo tanto a nivel de equipo, seis títulos de liga, dos medallas de oro olímpicas, como individual, recibió ayer el último gran honor que lo inmortalizará para siempre. «Todo comenzó con un pequeño balón y estoy convencido de que si no hubiese existido esa realidad, seguro que muchos de nosotros hubiésemos tenido problemas en la vida, de ahí todo lo que significa el juego», declaró Jordan en la rueda de prensa. Michael también dijo que, al contrario a lo que se podía pensar, el fin de semana no era como un homenaje a su figura, sino a todo el grupo. «Es un verdadero placer para mi formar parte de esta ceremonia y al contrario a lo que ustedes, refiriendose a los periodistas, pueden pensar, no se trata de que yo vaya a entrar al Salón de la Fama, sino el grupo que formamos todos nosotros», señaló Jordan. «Me siento muy orgulloso de formar parte de ellos y deben creerme, los voy a recordar siempre y será algo recíproco».

Sin embargo, ni entre los compañeros de ayer de Jordan para formar parte del Salón de la Fama, ni probablemente en un futuro, haya un profesional que haya logrado todo lo que consiguió «Air» Jordan. Algo que tampoco hace feliz a Jordan, que no desea que le pongan el calificativo del «mejor». «Es un privilegio, pero nunca podría darme a mi mismo ese calificativo por que no he podido enfrentarme a ninguno de los que ya han entrado en el Salón de la Fama», explicó Jordan. «Por lo tanto es pedirme demasiado y que además acepte ese calificativo». Todos los que recordaron su figura fueron unánimes al describirlo como «excepcional» y «único».