Nando Pons.

TW
0

Miércoles 8 de julio. Mateu Alemany comparece ante los medios de comunicación en la sala de prensa del ONO Estadi. El rostro del presidente delata un cansancio extremo. Las cosas no han salido bien. Las negociaciones con el grupo de inversores mallorquines que lidera Llorenç Serra Ferrer se han ido al traste. Alemany suma un par de noches sin conciliar el sueño y su puesta en escena está huérfana de energía. «He hecho todo lo que he podido para vender a la gente de Serra; estaba convencido de que íbamos a firmar», comenta en sus círculos y notablemente abatido el propietario del 93 por ciento de las acciones de la SAD balear.

En otra ala de Son Moix sólo falta descorchar alguna botella de cava. Nando Pons es un tipo feliz. «Llorenç tardará otros dieciséis años en aparecer por aquí», comenta eufórico a todo el que quiere escucharle. La 'fiesta' del director deportivo contrasta con la preocupación de Alemany, que ha expuesto su patrimonio personal en una operación que se encuentra totalmente encallada.

Pons sabe de sobra que no tiene cabida en el proyecto de Serra y quiere seguir en su puesto contra viento y marea. El desenlace de las negociaciones entre Alemany y el grupo de inversores locales generan en Pons una inigualable sensación de alivio. Enciende un habano y sonríe. Gregorio Manzano también está al corriente de la situación. El propio Pons le ha puesto al corriente. El diálogo entre el director deportivo y el entrenador jienense es irreproducible.