TW
0

Albert Orfila / Carlos Montes de Oca

Acostumbrado a desfilar por las pasarelas más cotizadas del fútbol europeo, Héctor Raúl Cúper (Chabas, Argentina, 1955) se bate ahora el cobre como seleccionador de Georgia en los barrios más humildes del balompié mundial con el único aliciente de «competir y no salir goleado». Apeado ya del próximo Mundial -sólo suma tres empates en la fase de clasificación- el técnico argentino descansa en la Isla mientras medita la propuesta de renovación -su contrato expira en diciembre- presentada por la federación para los dos próximos años. A caballo entre la capital Tiflis («una ciudad donde se mezclan las tiendas caras y la pobreza») y su casa de Es Portixol, el entrenador argentino deshoja su futuro. Pendiente de una reunión con miembros del Gobierno que preside Mijeíl Saakashvili para aclarar su destino, Cúper atiende a Ultima Hora con el Mar Mediterráneo de fondo para repasar la actualidad del planeta fútbol. El Real Mallorca, por supuesto, ocupa una porción notable de los 90 minutos de charla que nos concede el técnico de Chabas. No descarta volver...como entrenador aunque sí rechaza convertirse en propietario: «¿Comprar yo el club? No, no tengo suficiente dinero», bromea.

-¿Qué hace un entrenador como usted en Georgia?

-Esa es la pregunta más insistente que me han formulado en los doce meses que ya llevo allá. ¿Qué hago en Georgia? Para empezar, es una oferta de trabajo y eso hay que respetarlo y darle la importancia que merece. Y, en este caso, empecé la cuestión al revés. ¿Por qué no Georgia? Y a ver cuantas respuestas automáticas me vienen a la mente para decir no. No encontré demasiadas. Primero, no estaba trabajando y tenía ganas de entrenar de nuevo. Y dije, ¿por qué no? No conozco el fútbol georgiano, no conozco el país, no conozco el idioma, no conozco nada... Segundo, una experiencia nueva con una selección que no conozco, que sé que la posibilidad de resultados es el 1 por 1000. Pero hay una eliminatoria mundial. Hay un torneo interesante. Tercero, me dijeron que si me interesaba se podría prorrogar el contrato hasta la fase previa del Europeo. Y, como cuarto aspecto que me hizo aceptar la oferta, se abre un mercado nuevo. Porque yo no estaba enterado, pero hay entrenadores de mucho prestigio que están dirigiendo selecciones. Ottmar Hitzfeld está en Suiza; Berti Vogts dirige a Azerbaiyán... En ese momento tenía ganas de trabajar y me fui para allá.

-¿Es cierto que entrenar en Georgia le recuerda sus inicios como técnico en Lanús por la falta de medios?

-Sí, por las dificultades que tienes para trabajar. Ves algunas cosas que faltan, como cuando empecé a trabajar en Argentina. Después vine a Europa y todo fue diferente. Tienes bastantes dificultades, pero es un desafío que me gusta. Si las cosas salen medianamente bien, no digo que jugar un Mundial, la satisfacción es mayor. Lo más extraordinario que me ha pasado este año es darme cuenta del hambre de mejora que tienen los futbolistas. Ellos tienen muchas ganas de superarse y eso para mí es vital, aunque los resultados sean complicados. Cuando yo llegué dije: ¿vamos a ir al Mundial? No, no vamos a ninguna parte. Vamos a armar un equipo que compita, que pueda ir a Italia y no salga goleado; que podamos afrontar un partido ante Irlanda, etcétera... Ustedes imagínense que yo llego a un lugar que no conozco nada. Tienes consejeros por todos lados, la prensa se decanta por éste o aquel jugador. Pero yo no me dejo influenciar. Quiero ver los futbolistas de cerca, seguir la Liga del país, integrarme y por eso decidí vivir en Georgia. Le dije a mi ayudante y al preparador físico que vivieran conmigo, aunque después el preparador regresó a España, y allí estoy.

-El hecho de que aceptara vivir allí, deja claro que se toma en serio su trabajo.

-Por supuesto. A mí nadie me exigió que me quedara allí a vivir. Acepté instalarme en Tiflis, pese a que la familia no lo entendiera demasiado, aunque ya me conocen. Vengo aquí una vez al mes y medio o cada dos meses para estar con ellos. Pero si yo no estuviera allí, no llegaría a conocer nunca ni al país, ni a los jugadores, ni la idiosincrasia ni el temperamento del jugador. Aunque sea una selección modesta, resultados te piden en todos lados. Hasta en Georgia. Aquí también hay críticas y elogios. Pero si quiero armar una selección conforme a mis gustos, debo conocer a los jugadores. Y eso lleva mucho tiempo. Porque no puedo entrenar todos los días. Si vas a pedir cosas que no te la pueden dar, empiezas mal. Y para exigir algo a alguien, tienes que conocerlo mínimamente, aunque no puedes pretender cambiar la mentalidad en un año y medio de contrato a todo Georgia. Esa es mi manera de ver las cosas.

-¿Cómo es un día cualquiera de su vida en Tiflis?

-La vida es, no diría aburrida porque siempre hay cosas para mirar, pero sí que hay días que no tengo nada que hacer. Voy a un gimnasio para ocupar las mañanas. Me cocino algo al mediodía porque por las noches suelo cenar fuera. Me voy a pasear, toco un poco el saxo, veo diez veces los partidos que hemos jugado, analizamos jugadores y a veces los martes puedo entrenar a algunos internacionales. El viernes empieza el trabajo real, que es ir a ver partidos de la Liga local o de fuera. Vamos a Letonia, Ucrania o Alemania para seguir a los futbolistas georgianos que están repartidos. En realidad tengo tres o cuatro días en los que no hago nada. También intento habituarme a su ritmo de vida, a sus costumbres, aunque ellos comen a las seis de la tarde y yo no me habituo... Soy un animal de costumbre, me acomodo y tengo un pensamiento muy optimista. Para mí todo lo que me rodea es maravilloso, aunque no lo sea. Hay pobreza, pero también hay gente con mucho dinero.

-¿Dónde estaba cuando estalló el reciente conflicto bélico con Rusia?

-Por un día no me pilló allí. Me retresé por un tema personal y al otro día se declaró la guerra. Me llevaron a ciudades bombardeadas, pero en Tiflis, donde vivo, no llegó, aunque se quedó a apenas 25 kilómetros. La guerra hizo mucho daño. Le hizo mucho daño al país. Incluso antes de venir había grandes manifestaciones contra el Gobierno, aunque es todo bastante pacífico. No es una ciudad ni un país peligroso. Al menos en los últimos 10 años. A Kaladze -jugador del Milán y emblema de la selección georgiana- le secuestraron a su hermano menor y lo asesinaron. Pero de eso hace ocho años. Hay mucha gente que va con su chófer que le hace de guardaespaldas.

-¿Usted tiene guardaespaldas?

-No, yo no. Mi segundo me pide y dice que, si vamos a renovar el contrato, quiere un guardaespaldas. Conducir no conduzco porque es imposible. Les contaré una anécdota. Un día me llevé un susto de muerte, cuando en una carretera de doble sentido, con sólo dos carriles, mi chófer adelantó y venía otro de frente. Yo estaba agachado en el asiento trasero. Al final, pasaron los tres vehículos sin ningún problema. Hoy, me siento ahí atrás, y pasamos los tres y no sucede nada. Ahora me lo tomo a risa pero...

-¿Cuántos años de retraso llevan respecto a España o Italia?

-Llevan muchos años. Si ven el edificio donde vivo yo, no entrais. Pero una vez dentro, son apartamentos. Han salido de un comunismo y ahora ansían la libertad. Pero todo lleva un proceso. Creo que están por la mitad del camino. Ellos quieren ser europeos, funcionar como Europa. Es un país absolutamente pro-yankee, pero todavía necesitan un tiempo. No sé si le faltan diez años, veinte o seis. Hay una vida bastante diferenciada. Hay lugares como caros, donde una copa de vino cuesta 8 euros y la gente gana 200 dólares por mes. Pero está todo relacionado. Hay gente que pide por la calle, hay avenidas que parecen de Madrid o Barcelona, con tiendas de marca y 50 metros más allá no puedes caminar. Pero yo paseo con tranquilidad, aunque tampoco me voy por ciertos lugares. Me muevo en un radio muy limitado.

-¿La selección georgiana podría jugar en la Primera División española?

-Sí, pero necesita jugar para ser competitiva. Hay futbolistas como Kaladze (Milán), Kobiaschvilia (Schalke 04), Mchedlidze (Palermo) que están preparados, pero el resto militan en ligas no tan competitivas.

-¿Se ha marcado algún reto como seleccionador de Georgia?

-El objetivo que tienen ellos es el de ver un equipo con expectativas. Ver una selección diferente a la de años anteriores, que pueda competir. Pero milagros no podemos hacer. Este año sirvió para limpiar. En un equipo se desarrolla este trabajo durante la pretemporada, pero en la selección cuesta más tiempo. Sin embargo, para afianzar esa idea hacen falta resultados. Nosotros no hemos ganado ningún partido. Hemos empatado todos los partidos como locales (Bulgaria, Montenegro y Chipre), y perdido los de fuera (Italia, Irlanda y Chipre). Y nos hacen falta resultados.

-¿Le ha costado cambiar el chip, pasar de dirigir a clubes como Valencia o Inter a entrenar a una selección?

-Hay diferencias en todos los sentidos. A un jugador de un equipo grande le dar una instrucción y la entiende a la primera. Aquí es diferente.

-¿Le condiciona el idioma a la hora de trabajar?

-Limita muchísimo el día del partido. En el entrenamiento puedes parar y hablar con el traductor.