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Al final, la fiesta fue del Mallorca. El conjunto bermellón, muy justo de plomos durante casi todo el encuentro, se despertó a tiempo de la siesta y acabó derribando a la versión más distorsionada del Barcelona, que apenas pudo presumir en Palma de la corona que había ganado sólo unas horas antes. Apoyados en la zurda de Arango y en el oportunismo de Cléber, los isleños sacaron a flote una función sin contenido y reforzaron el blindaje del ONO Estadi quebrando un maleficio de siete temporadas (2-1).

Hasta que el cuadro local decidió alzar la voz para delimitar el terreno, la única fiesta que hubo fue la del pijama. La falta de alicientes y la lista de bajas que manejaban uno y otro le quitaron al partido el poco picante que llevaba encima y hubo que agarrarse a los pequeños detalles para superar la monotonía y el tedio que inundaron casi todo el encuentro.

La cita amaneció lastrada por la ausencia de protagonistas en ambos bandos. En el rojillo se echaba en falta a varios integrantes del once tipo y la defensa estaba tan agujereada que Manzano tuvo que reconvertir a Martí en lateral derecho y situar a Josemi como acompañante de Ramis. En el azulgrana, más de lo mismo. La derrota del Madrid en Villarreal a última hora del sábado propició que Guardiola reformara de arriba abajo su lista de convocados y se presentó en Palma sin Xavi, Messi, Puyol, Piqué, Touré Yaya y Sergio Busquets, cuyo hueco fue cubierto con un pelotón de canteranos. Ni siquiera Valdés se colocaría los guantes.

Pese a todo, el Barcelona empezó gobernando. Y lo hizo además con mucha autoridad. Le faltaba la explosividad que le ha llevado este año a la gloria, pero tuvo a Moyà entretenido durante muchos minutos. La velocidad de Pedrito hacía que la zaga isleña se estirase demasiado y la inteligencia de Bojan se encargaba de hacer el resto. En una de sus proyecciones, el joven delantero catalán amplió su radio de acción para liberarse del acoso de Martí y atisbó la llegada de Etoo, que rompió el marcador con un fino cabezazo (minuto 9).

El gol subrayó las diferencias. El Mallorca no despertaba y el Barça seguía cogiendo altura. Estuvo a punto de despegar, pero lo impidieron los reflejos de Moyà y la obsesión de Etoo por agarrarse al Pichicihi. Sólo en el primer tiempo, el meta de Binissalem abortó hasta cuatro ocasiones claras y despejó cualquiera de las dudas que pudieran derivarse de su lesión. Mientras tanto, sus compañeros necesitaban casi media hora para disparar por primera vez sobre el marco de Oier y medir sus nervios. Tras hacerlo el equipo recuperó algo de aliento, pero seguían faltando explosivos.

En la segunda mitad los de Guardiola se dejaron llevar y eso rebajó aún más la intensidad del partido, que entró en su fase más desesperante. Y no salió de ella hasta que el Mallorca rascó una ocasión que indicó el camino. A continuación, Arango se encontró sobre el escenario perfecto y niveló el combate con la colaboración del portero culé, que no supo proteger bien su espacio. Desde ese momento, el equipo se vio con posibilidades de darle una alegría a la grada y casi de inmediato pulió el gol que iba a premiar su esfuerzo, acuñado esta vez por la cabeza de Cléber.

El Barça, que no quería que una derrota empañara los fastos por el título, se fue a por Moyà en el último asalto e Iturralde le concedió a Etoo un penalti para que se desquitara. Sin embargo, el africano se estampó contar el palo y le hizo su enésimo guiño a las gradas de Son Moix.