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CARLOS ROMÀN
El Mallorca respira de nuevo a pleno pulmón. Eliminada del disco duro la pifia de San Mamés, el conjunto balear volvió a echar el candado del ONO Estadi y capturó una victoria tonificante que le permite intuir a lo lejos la permanencia. Y aunque la avaricia almeriense le arrancó a la batalla casi todo el esmalte, la plantilla acabó disfrutando de una jornada maravillosa. Cléber emuló a Hugo Sánchez, Manzano celebró entre abrazos su partido 300 y Lux se sacudió la presión que transportaba sobre los hombros. Por si fuera poco, el Chori cerró la ventana con la enésima reivindicación de su hoja de servicios y maniató el golaverage directo para enriquecer, aún más, las perspectivas del ejercicio. Mejor, imposible (2-0).

Le costó al Mallorca encontrar la dirección adecuada. Principalmente, porque el Almería se había quitado el disfraz de aventurero y acudió a Son Moix con el casco y la coraza. Los bermellones, que seguramente esperaban otro escenario muy diferente, se enredaron en el ovillo rojiblanco y para liberarse tuvieron que invertir más tiempo y esfuerzo del que habían programado.

De esos ingredientes salió un primer tiempo para arrojar directamente a la papelera. El Mallorca, muy bien sujeto en la zona ancha por el cirterio de Cléber y Martí, se quedaba sin luz en cuanto divisaba el área de Esteban. Jurado, el desatascador más fiable en este tipo de situaciones, había olvidado la brújula en el vestuario y ni Arango ni Varela ofrecían soluciones por las orillas, lo que obligaba a Aduriz a pelear sin demasiado sentido. Afortunadamente, en la otra mitad del campo tampoco se registraba el más mínimo temblor. La supuesta amenaza de Negredo se difuminaba minuto a minuto y los puñales de Piatti y Crusat parecían oxidados. Lo único destacable en esa fase de la función fue un dardo de Scaloni que propició un saque de esquina y una gran proyección de Ayoze que Arango envió a la pista de atletismo. Nada más.

El Mallorca, bien aleccionado por lo que había encontrado en el primer tiempo, aprovechó la vuelta a la actividad para cocinar la victoria. Mientras Hugo rotaba sus peones en busca de protección (modificó todo su flanco derecho por la amonestación que había visto Bruno), los isleños subían una marcha y descargaban toda su dureza contra la muralla andaluza. Hasta que apareció el premio. El conjunto rojillo probó fortuna en un lanzamiento de esquina y aunque la trayectoria del balón se fue ensuciando a su paso por el área, acabó ante los ojos de Cléber, que cubría el esférico de espaldas al marco de Esteban. El brasileño, en un gesto admirable, optó por imitar a Hugo Sánchez y dibujó un remate en chilena que agujereó la escuadra izquierda del Almería. Golazo (minuto 59).

El Mallorca había encarrilado la cita gracias a la capacidad de improvisación de Santana, pero estuvo a punto de meterse en un lío después de que Clos Gómez perdiera el norte. En cualquier caso, tampoco tenía enemigo. Ramis y Navarro sesgaban todas las llegadas visitantes y los isleños rozaban la sentencia en cada una de las réplicas. La expulsión de Pellerano, la generosidad de Webó y el oportunismo de Castro hicieron el resto. Ya queda menos.