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Hace quince días, Son Moix se pobló de pañuelos. La hinchada estalló y cargó con dureza contra Vicenç Grande. La plantilla se retiró a los vestuarios con la cabeza agachada, el rostro desencajado y el alma de Segunda División. Dos semanas más tarde, con un punto más en el casillero, fuera del descenso y otra cara en el palco, el epílogo resultó diametralmente opuesto al de aquella tarde del día 7 que encendió el fin de la era Grande como presidente del Real Mallorca.

La presencia de Joaquín García en el palco como nuevo mandatario de la entidad arrastró una corriente pacificadora que se incrustó en todos los rincones del estadio. Incluso los futbolistas mostraron sobre el césped la imagen de seriedad que transmitió el nuevo presidente en el palco.

A pesar de su interinidad, de que su mandato expira en teoría el 30 de enero de 2009, el director general del Grup Drac está ejerciendo de lleno su papel desde el primer día. El sábado acudió al entrenamiento y dialogó con Gregorio Manzano para transmitirle todo su apoyo moral e institucional. Y ayer, en su estreno como presidente, también asumió ese rol en un día especial y que coincidió con su 43 cumpleaños.

Joaquín García no celebró su debut con una victoria, pero al menos contribuyó a serenar los ánimos de una hinchada que había entrado en una peligrosa espiral de crispación. Presidió el palco junto a José María Del Nido, presidente del Sevilla, en una primera fila que completaron, entre otros, el ex consejero Miquel Vaquer -dimitió el pasado lunes-, el accionista Xavier Cabotà -uno de los nombres que había sonado para relevar a Grande en la presidencia- y Joan Buades, del bufete de abogados que lleva su nombre y que ha jugado un papel fundamental durante la última semana para tratar de encontrar la mejor salida institucional al laberinto en el que se había metido Vicenç Grande.