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C arlos Sastre (Madrid, 33 años), ya puede disfrutar tranquilo del sueño que le ha hecho sufrir desde su niñez, que no es otro que llegar de amarillo a París como vencedor del Tour de Francia, en su undécimo año de profesional y sólo cuatro días después de conquistar la cima del Alpe D'Huez, en el día que sacó el billete ganador.

El séptimo español que subirá a lo más alto del podio en los Campos Elíseos, el ciclista que unirá su nombre a los de Bahamontes, Luis Ocaña, Pedro Delgado, Miguel Indurain, Oscar Pereiro y Alberto Contador, se bañó en oro en Saint Amand Montrond, la ciudad francesa que rinde culto al metal precioso.

Un momento cumbre que llegó después de poner a buen recaudo una renta de 94 segundos ante el acecho del australiano Cadel Evans, unos minutos que desbordaron la alegría de aficionados, compañeros, directores y que, sin embargo, no parecieron alterar un ápice al nuevo conquistador español del Tour, el hombre tranquilo.

El ciclista que cambió de hábitat pasando del 'top ten' al número uno de la carrera más importante del mundo, coronó con absoluta tranquilidad y sosiego la hazaña de su vida. ¡Es alemán?, preguntaban algunos en la atestada sala de prensa del Tour, donde centenares de periodistas de todo el mundo afinaban el oído para conocer las impresiones del nuevo héroe.

«Me siento feliz y tranquilo. He sufrido mucho toda mi vida para llegar hasta aquí y también he sacrificado a mi familia. Me siento realizado después de 11 años de profesional. Quiero seguir disfrutando de mi trabajo y saborear más triunfos», dijo sin inmutarse Sastre, quien destacó la influencia que ejerció sobre él como corredor el francés Laurent Jalabert, ex compañero en el ONCE.

Forjado desde los ocho años en las carreteras abulenses cercanas a El Barraco, el pueblo de Angel Arroyo y de su fallecido cuñado «Chava» Jiménez, entre otros, desde que empezó en la escuela de ciclismo de su padre a la edad de ocho años tuvo claro que las líneas a seguir serían la disciplina, el trabajo y sobre todo, el amor a la bicicleta, «juguete» que prevaleció ante el balón de fútbol y las zapatillas de atletismo.

«Todo se consigue con motivación. Sé quién soy, confío en mí y sé lo que me he sacrificado para conseguir esto», dijo Sastre, sin inmutarse. Su fibra sensible salió a flote cuando se refirió a su cuñado «Chaba Jiménez», el hombre que le hizo ver «la realidad de la vida con el ciclismo» y con quien entró en la meta, de manera simbólica, como le hubiera gustado al ex corredor del Banesto. «Es la persona que más me ha hecho llorar en la vida. Su derrota ha sido mi victoria», aseguró el ganador del Tour de Francia.