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Las coordenadas que seguirá a partir de ahora el Mallorca han llegado al Tirol austriaco. El presidente del club, Vicenç Grande, dio ayer la cara y se reunió con el cuerpo técnico y la plantilla para relatarles en primera persona los últimos capítulos del proceso de venta de la entidad y transmitirles calma. El empresario mallorquín, que hoy mismo regresará a la Isla, expuso los planos del proyecto que está a punto de levantarse y les recordó que de momento no va a cambiar nada. Al menos en el plano puramente deportivo.

La llegada de Grande era la imagen más esperada en la concentración de Kössen. Después de ofrecer su versión de los hechos en Palma, el dirigente isleño hizo la maleta y se embarcó a primera hora de ayer en un avión rumbo a Salzburgo con la intención de alargar la ronda de explicaciones. Viajó acompañado del director de relaciones externas bermellón, Matías Rebassa, y tras algo más de una hora de trayecto por carretera, irrumpió en las dependencias del hotel Sonneck en medio de una enorme expectación. Allí le aguardaban, además de los miembros de la expedición, un ramillete de periodistas dispuestos a conocer las últimas novedades del próximo cambio de poder. Tras dejar su equipaje y acceder a la habitación en la que durmió anoche, volvió a sentarse frente a los micrófonos.

Almuerzo en el hotel Sonneck
Mantuvo casi todo el guión del discurso que había pronunciado horas antes en el ONO Estadi, pero también incluyó algún que otro mensaje de los que se había guardado en el tintero. Más tarde, comió junto al resto de la delegación mallorquinista, respondió a sus preguntas y asistió en Reit Im Winkl (Alemania) al entrenamiento vespertino del conjunto que dirige Gregorio Manzano.

Uno de los primeros titulares que Grande ofreció en su rueda de prensa austriaca iba dirigido a quienes recelan de que el control del club esté en manos extranjeras. «Hace tres meses que se habla de la venta y no ha venido ningún mallorquín a interesarse», contaba. «Yo lo hubiera preferido, pero estamos en el siglo veintiuno y vivimos en un mundo globalizado. En Inglaterra muchos clubes pertenecen a tailandeses o rusos y nadie se rasga las vestiduras. Y el Mallorca tuvo a Antonio Asensio de propietario y no le fue nada mal, al margen de algunas deudas económicas. Podemos ver la botella medio llena o media vacía. Comparar la situación con otras que han acabado mal o con otras que funcionan muy bien», insistía.

Sin apartarse de esa línea, fue un poco más allá: «Y no me extraña que los mallorquines no se interesen. Con lo que he estado expuesto yo a la opinión pública y el tratamiento que he recibido, ningún empresario de la Isla con dos dedos de frente lo haría. La culpa la tienen las circunstancias, la prensa...» Grande abundó en sus palabras concediéndole a Paul Davidson una confianza absoluta: «¿Alguien tira piedras sobre su propio tejado? En el fútbol normalmente no se gana dinero y supongo que habrá otros factores que habrán motivado el interés de este señor por comprar el Mallorca. Ilusión, ganas, repercusión empresarial...Yo recuerdo que cuando vino Asensio lo hizo de otra forma. Pero aquí ha habido luz y taquígrafos».