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Y van trece empates, pero el de ayer fue de esos en los que los equipos ganan un punto en lugar de perder dos. El Mallorca tuvo que sobreponerse a un marcador adverso de dos goles y a la expulsión de Scaloni en el minuto 35, además de ir siempre a remolque en el luminoso. Por momentos, los baleares lo tuvieron todo en contra, pero en una segunda parte donde se fueron encadenando las noticias, lograron no salir de vacío del Alfonso Pérez (3-3).

Cuando el once de Manzano se dio cuenta de que el partido había empezado ya perdía 2-0. Los baleares acostumbran a dejarse ir en los primeros minutos de partido, como si la cosa no fuera con ellos, como si los partidos tuvieran dos inicios, uno para el rival y otro para ellos. Es uno de los grandes pecados de este equipo, el llegar al campo en plena siesta.

Ayer, en el Alfonso Pérez, el Getafe, dio la primera en la frente. Una jugada bien trenzada entre De La Red y Manu acabó con el balón en los pies de Mario Cotelo, que batió a Moyà. Ni el Getafe se lo creía ni el Mallorca daba crédito. Mientras unos celebraban el tanto, los otros se miraban sin saber bien a quién dar la culpa. Apenas se habían disputado 90 segundos de partido y el equipo de Manzano ya empezaba a ir por detrás en el marcador. Nada es por casualidad y ayer Manzano renunció a las bandas, ni Varela por la izquierda ni tampoco Arango por la derecha tenían influencia en el juego y eso es entregar demasiado al rival, sea el Getafe, el Madrid o el rival en el partidillo de los jueves.

Con Ibagaza yendo y viniendo, el partido entró en una fase depresiva, histérica, incómoda y peligrosa. Lo vio el Getafe y lo interpretó a la perfección. Consciente de que a pelota parada el grupo de Manzano es una mina -aunque ayer el Getafe demostró que también es vulnerable en esta faceta- a los 10 minutos Granero botó una falta al borde del área que remató Albín. 2-0.

Pero el fútbol tiene un componente de sorpresa inimaginable y dos minutos después Güiza finaliza una acción en la que se vio metido medio Mallorca y medio Getafe dentro del área. El 2-1 acortaba distancias, pero no mejoraba las cosas; es decir, el partido seguía roto, sin dueño y sin un patrón sólido al que aferrarse para tener una mínima esperanza de éxito. Un tanto anulado a Pereryra por fuera de juego y un disparo de Varela resumieron el poder ofensivo de un Mallorca disuelto en el campo y a merced de un Getafe que a la contra se mostraba muy peligroso.

Otro factor que jugó en contra fue la actitud de Scaloni, que no mantuvo ni la calma ni la templanza y tras varios avisos por parte de Mejuto fue expulsado poco después del minuto 30. Los isleños sólo podían aferrarse ya a la épica en un partido en que lo tenían todo en contra.

Pero la épica en el fútbol existe y los de Manzano han dado buena muestra de ella en reiteradas ocasiones esta temporada. Nada hacía presagiar que la épica se vestiría de rojo tras marcar Iván Ramis en propia puerta. Peor imposible.

Pero ni el Getafe es el Milán ni el Mallorca renunció a morir. Arango, del que no se sabía nada de él en toda la tarde, mandó un balón de libre directo al fondo de las mallas de Pato. El 3-2 dejó tocado al Getafe, parecía que era el equipo madrileño quien jugaba con diez y quien iba por detrás en el marcador. Quedaba un acto más en esta película cargada de acción, de actores secundarios y de accidentes reiterados por parte de unos y otros.

De nuevo Arango lanzó un balón al interior del área, era el minuto 77 y Iván Ramis remató de forma incontestable a gol. En un partido sin lógica, al final se dio el marcador más común esta temporada en el Mallorca, el del empate, pero el de ayer es de los que saben a gloria, de los que dejan un buen sabor de boca.