Güiza, Arango y Nunes felicitan a David Navarro tras el 3-0. Foto: MONSERRAT

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Carlos Montes de Oca

Con una actitud encomiable y una pegada incontestable, el Mallorca abrió ayer la puerta grande de los octavos de final de la Copa del Rey. De nuevo la magia del ONO Estadi -es la tercera remontada en unos meses- destrozó cualquier pronóstico y desintegró a Osasuna, que vio cómo la renta del 2-0 de la ida se le escapaba sin remedio en la última media hora. En ese intervalo, el grupo de Manzano selló cuatro goles y firmó una clasificación lograda casi en familia (4-0).

Más allá de la gesta, en el transfondo de la noche aparecen nombres como los de Arango, que abrió el milagro y dio el segundo gol; Güiza, que regresa a los titulares por sus goles y Trejo, al que sólo le faltó marcar.

El argentino se estrenaba como titular un año después y mostró detalles. Sobre todo un hambre que para sí quisieran la mayoría de sus compañeros. Si es capaz de pulir algunos defectos, en especial su excesivo individualismo, puede ser el tapado de la segunda vuelta, un recurso fiable para cubrir la baja de Webó.

Al Mallorca le costó entrar en el partido. Ibagaza se enredaba en el juego subterráneo; Borja Valero no tenía la precisión de otros días y Josetxo no le dejaba pensar a Güiza.

A los doce minutos, Trejo acaparó todos los focos. El argentino peleó un balón imposible, profundizó por la izquierda y, algo forzado, metió la puntera al cuerpo de Elía. Güiza se desesperó en el segundo palo reclamando el pase. El Mallorca no lograba crear juego, pero se asomaba con frecuencia por las trincheras enemigas. El último cuarto de hora fue local.

La verticalidad de Trejo hizo daño al conjunto navarro. A la media hora, Güiza se fue por la banda derecha y cedió atrás, por donde apareció Trejo. Flaño desvió el chut del argentino, pero el árbitro señaló saque de puerta en una decisión que sirvió para despertar a la grada.

Casi por inercia, con más corazón que juego, el Mallorca había logrado tumbar el campo. En unos minutos, el equipo isleño encadenó ocasiones de oro. Arango puso a prueba los reflejos de Elía con un disparo raso que el portero navarro despejó como pudo. En la frontera del descanso, Trejo se apoderó otra vez de la noche. A los 42 minutos, enganchó una volea con la izquierda que escupió el lateral de la red. Y en el descuento, le dio un balón de lujo a Güiza que el jerezano desaprovechó.

El Mallorca enfocó el segundo acto con las pilas cargadas. Convencido de que si mantenía esa actitud el gol era cuestión de tiempo, el grupo isleño mantuvo la presión y las ganas que desintegraron a Osasuna.

Güiza malgastó una buena ocasión a los 51 minutos. Trejo, como siempre, peleó el balón, que le cayó al jerezano. Solo ante Elía, se precipitó y cruzó en exceso. Había ganas de fútbol en el campo y en el cemento y el Mallorca no levantó el pie del acelerador. Nunes avisó con un remate que escupió el poste. La entrada de Jonás revolucionó el duelo y contagió a sus compañeros. El gol se masticaba. Y no tardó en llegar.