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El Mallorca abandonó de nuevo un terreno de juego con la sensación de haber sido azotado por el árbitro. Una situación que comienza a monopolizar la mayoría de crónicas y que puede desembocar en una una peligrosa rutina. Iturralde se lió la manta a la cabeza en unos instantes de locura que marcaron el encuentro. El árbitro vasco, que esta vez no contó con la complicidad de Rafa Guerrero, volteó una tarde que había amanecido con una sonrisa por el gol de Webó, el 900 en Primera División, a los once minutos. De repente, Iturralde quiso acaparar todas las miradas y en diez minutos tuvo tiempo para conceder los dos primeros goles del Racing de forma ilegal y expulsar a Pierre Webó de forma injusta tras un roce con Oriol. Ese desconcierto alteró un partido que rubricó Munitis en los estertores de la tarde (3-1).

Fuera de los errores que tanto molestaron a Manzano y cualquier mallorquinista sensato, el partido se caracterizó por un invitado inesperado: el viento, que se convirtió en un ingrediente más para aderezar el caos. El Mallorca jugó a favor del vendaval en un arranque notable y tumbó al campo. Con todos los galácticos sobre el campo, con Ibagaza repartiendo el juego, Jonás y Arango en las orillas, Güiza y Webó en ataque, el conjunto balear empezó con una velocidad más y el primer aviso no tardó en llegar. Jonás se montó en la moto por la izquierda y se fue de todos. A su centro le faltó suavidad y Webó, forzado, remató fuera. El balón era del Mallorca, que acampaba a sus anchas. Con Ibagaza crecido y Jonás enchufado, el primer cuarto de hora se vivió en el terreno del enemigo.

En una falta escorada a la banda derecha, Ibagaza puso su guante al servicio del Mallorca. El Caño se sacó de la chistera una rosca de lujo que Webó, con un cabezazo picado abajo, rentabilizó para entrar en la historia por la puerta grande y sellar el gol 900 en la historia bermellona en la máxima categoría (min. 11).

De forma inconsciente, el grupo de Manzano retrocedió líneas y le entregó campo y balón al Racing, que abrazó el empate en una acción dudosa. Pinillos fue más listo que nadie en una falta, que sacó unos quince metros por delante de donde se produjo, y le entregó el balón a Jorge López. El ex mallorquinista agradeció el detalle de la zaga balear, que pecó de pardilla y se quedó estática, y firmó un remate que entró tras pegar en el poste (min. 19). Con las pulsaciones a cien, Webó y Oriol pugnaron por un balón en el centro del campo. El camerunés metió el brazo y el defensa cayó desplomado. Iturralde se volvió loco y le mostró la roja al delantero ante la sorpresa general (min. 20).

El Mallorca acusó el mazazo de la expulsión y el Racing se volcó. Los de Marcelino contaron de nuevo con la complicidad de Iturralde para darle la vuelta al marcador. Smolarek, que desquició a Ballesteros y Nunes, se aprovechó de su situación de fuera de juego para ceder atrás y entregarle a Duscher el primer gol de su carrera en la Liga (min. 29). Dos minutos más tarde, el árbitro equilibró las fuerzas al mostrarle la segunda amarilla a Serrano por una falta que, ya de por sí, hubiera merecido el máximo castigo. Con Serrano retirándose, Manzano optó por quitar a Arango para dar entrada a Basinas. El cambio desplazó a Ibagaza a la izquierda y el Mallorca perdió peso con la modificación.

Manzano rectificó en el descanso, escoró a Basinas a la izquierda y situó de nuevo a Ibagaza por el centro. El amanecer del segundo acto fue del Mallorca. El Caño finiquitó una jugada personal deliciosa con un disparo con la zurda que escupió el poste. Fue la gran ocasión para empatar del grupo balear, que cerró el encuentro escasamente convencido de unas posibilidades que habían sido tangibles en el arranque.

El Racing se limitó a inyectar cloroformo al partido y Smolarek, a perdonar ante Lux. El polaco es un delantero interesante al que se le nubla la vista cuando tiene delante al portero. La falta de puntería del conjunto de Marcelino era el único argumento que mantenía vivo al Mallorca, que no encontró a Güiza con la frecuencia de costumbre. El jerezano deambuló por el campo y apenas dispuso de ocasiones. Ni siquiera la entrada de Valero desatascó a un equipo al que el faltó mordiente en el tramo final y que abusó de Ballesteros en la conducción del balón. El valenciano fue el principal peligro para su equipo con el balón en los pies. El Racing cerró el partido en una gran acción de Tchité, que se fue de un blandito Nunes, y templó para que Munitis, entrando en el segundo palo, le echara el lazo al duelo. Una falta a Víctor sobre la misma línea, que protestaron como penalti, fue el último apunte de otra tarde negra.