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Otra vez el Sánchez Pizjuán. El Mallorca ha encontrado en la bombonera de Nervión un centro de primeros auxilios en el que aliviar sus males más dolorosos, por grandes que sean. Si hace diez meses los isleños salieron del coma tras sonrojar al «mejor equipo del mundo» que patroneaba Juande Ramos, esta vez ha curado sus heridas (superficiales) pasando por encima de un grupo que a día de hoy parece maldito. Sea como sea, el conjunto de Gregorio Manzano ha hecho de la acera sevillista uno de sus enclaves favoritos y cuando le toque visitar de nuevo el estadio blanquirrojo, seguro que lo hará con la sonrisa estampada en los labios.

Lejos de pasar hambre, el Mallorca se ha acostumbrado a llenarse el estómago en sus visitas al hogar del bicampeón de la UEFA. En los tres últimos ejercicios, la formación isleña siempre ha recogido algún punto del césped sevillista y ha empezado a redactar una leyenda que probablemente le ayudará en sus próximos desplazamientos a la ciudad del Guadalquivir. De hecho, en las ocho actuaciones que ha representado allí desde su vuelta a Primera, ha ganado en tres, ha empatado otras tantas y sólo se ha ido con la cabeza agachada en dos ocasiones.

Manzano y sus chicos ya habían recordado durante la semana lo sucedido en la confrontación del curso pasado, quizá para reforzar unos argumentos que en esta ocasión se presentaban algo deteriorados. Era el 14 de enero y el Mallorca estaba a punto de abrochar la primera vuelta del torneo. Lo hacía rodeado de dudas y en una situación casi crítica, con cuatro derrotas consecutivas a la espalda y el fuego del descenso quemándole los tobillos. Por si fuera poco, el Sevilla había hecho de su cancha una fortaleza y no besaba la lona como local desde hacía más de un año. El panorama previo al partido era desolador y se estropeó aún más cuando Kanouté adelantó a los andaluces a los veinte minutos, después de convertir en petróleo un lanzamiento de penalti. Todo se adaptaba al guión más lógico, pero el Mallorca se revolvió desde el suelo y cocinó uno de los triunfos más sorprendentes de toda la competición. Nunes, que hasta ese momento no había estrenado su cuenta goleadora en la Liga, lo hizo mientras el segundo tiempo amanecía y generó mucha confusión entre las filas hispalenses. El empate sabía a gloria, pero los bermellones siguieron insistiendo y encontraron oro detrás un error gigante de la zaga. Maxi estaba atento y firmó uno de los cuatro únicos tantos con los que selló suhoja de servicios en la Isla. El segundo hachazo del curso se escenificaría después en Son Moix, con un empate que agotaría las opciones al título del Sevilla. Antes de eso, el Mallorca había agarrado dos empates terapéuticos en la capital andaluza que le allanaron el camino a la permanencia (1-1) cuando más falta le hacían.

Los dos únicos resbalones del equipo en el Pizjuán se remontan a las temporadas 2002-03 (con Manzano al mando de las operaciones) y 2003-04. En ambos casos cayó por un resultado contundente (3-0), aunque después acabaría sobreviviendo.