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La palabra confianza ha sido prohibida en el vestuario del Mallorca. El equipo balear acaricia la permanencia por undécima temporada consecutiva y está a un solo paso de pulverizar su registro de victorias seguidas en Palma en una sola misma campaña. Para ello deberá superar el domingo (ONO Estadi, 17.00 horas) uno de los compromisos más asequibles que figuran en su agenda y en principio, lo tiene todo de cara. Los de Manzano reciben al Nàstic de Tarragona, que llegará a la Isla como último clasificado y con la etiqueta de equipo más frágil a domicilio pegada a la frente. Sin embargo, los precedentes no invitan precisamente al optimismo. Y es que los rojillos han sido incapaces de superar a un colista a lo largo de las dos últimas temporadas y no quieren encallar de nuevo en uno de los tramos más excitantes del campeonato de Liga.

A partir de ese momento la historia ha sido muy distinta y en las tres confrontaciones siguientes ante el peor equipo de la categoría se ha quedado sin argumentos. La primera muestra de ello la moldeó durante el pasado ejercicio ante el Athletic de Bilbao. Corría la jornada número trece del campeonato y el Mallorca había escapado temporalmente del fuego (ocupaba el puesto 15 en la clasificación), aunque necesitaba un empujón que le ayudara a levantar el campamento lejos de la zona de conflicto. En ese mismo instante, el calendario le brindó la oportunidad de dar un salto de calidad, ya que le enfrentaba al conjunto de Javier Clemente, que vivía un momento especialmente duro enfrascado en las cloacas de la tabla. Sin embargo, la cita oscureció el panorama del equipo de forma sorprendente. Los vizcaínos golpearon a los insulares con un espectacular proyectil de Luis Prieto y dejaron de ser colistas poco después de salir de Son Moix. El Mallorca en cambio, siguió metido en problemas toda esa semana.

La maldición defarolillo rojo persigue al Mallorca desde el final del curso 2004-05. La escuadra guiada entonces por Héctor Raúl Cúper inició la milagrosa remontada que le permitió esquivar einfierno gracias a una victoria sobre el Numancia (1-2) que le reportó un balón de oxígeno que a la postre sería definitivo. Los sorianos cerraban en ese momento la clasificación y agotaron sus opciones de salvación esa misma tarde y ante la lupa de sus aficionados. Los golpes propinados por Mark Iuliano y Víctor Casadesús regeneraron la confianza del grupo y le permitieron alzar la vista en una tabla casi definida.

Ese guión ha sido calcado dos veces durante esta temporada y siempre ante el mismo protagonista: la Real Sociedad. En el séptimo episodio del campeonato, los hombres de Gregorio Manzano ejercían de anfitriones ante una Real Sociedad que empezaba a descomponerse desde su base. El encuentro parecía más propicio que nunca y los bermellones, instalados en la parte templada de la clasificación, disponían de una oportunidad única para definir su tendencia. De hecho, los donostiarras, que habían sumado un punto en la primera jornada, amontonaban cinco derrotas consecutivas y llegaban al partido como víctimas y con la moral por los suelos. A pesar de todo, la formación que dirigía Jose Mari Bakero arañó un valioso empate del ONO Estadi (el primero que obtenía lejos de Anoeta) y dinamitó los planes de expansión del Mallorca en la tabla.

19 capítulos más tarde, el equipo rojillo tropezó de nuevo con esa misma piedra. Los baleares venían de tumbar al Levante con mucha solvencia (3-1) y visitaban la cancha donostiarra en plena línea ascendente. Además, se daba la circunstancia de que los de Lotina llevaban ya muchas jornadas peleados con el triunfo y su depresión resultaba muy evidente. No obstante, los vascos anularon por completo a su invitado y volvieron a cobrar vida cuando casi todo el mundo les daba ya por enterrados. Savio, Kovacevic (éstos dos estrenaron su casillero de goles en esa jornada) y Xabi Prieto le arruinaron el fin de semana al grupo de Manzano.