Los jugadores del Mallorca, cabizbajos, a la salida del vestuario de la ciudad deportiva Antonio Asensio. Foto: MONSERRAT

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El vestuario tiene la palabra. Los futbolistas del Real Mallorca han reclamado los mandos de la crisis que sacude ahora mismo a la caseta rojilla y ayer decidieron cerrar filas en torno a Gregorio Manzano y cargar con la responsabilidad de sacar al grupo del laberinto en el que está encerrado. Según ha podido saber Ultima Hora, los propios futbolistas reconocieron ayer ante el técnico que son los principales culpables de la situación actual y se conjuraron para dar el primero paso al frente el domingo a costa del Levante. Cita a las 11.00 horas en Son Bibiloni para analizar la crisis. Los jugadores y el cuerpo técnico del conjunto bermellón estaban citados a las 11.00 en la ciudad deportiva Antonio Asensio para realizar la primera sesión de entrenamiento de la semana. Sin embargo, el plantel y el cuerpo técnico se reunieron en el interior del vestuario para repasar de forma colectiva lo sucedido el domingo en Villarreal y analizar el estado anímico del equipo, muy deteriorado a raíz de los últimos resultados. En pleno gabinete de crisis, Gregorio Manzano recuerda ante sus pupilos los errores cometidos en El Madrigal y la necesidad de corregir cuanto antes algunos de los hábitos más nocivos de la plantilla sobre el terreno de juego. Varios de los futbolistas intervienen en la conversación ofreciendo su punto de vista, especialmente a la hora de abordar los principales puntos de controversia. La charla, que se prolonga durante aproximadamente cuarenta y cinco minutos, sirve para que las dos partes se sinceren dentro de una peculiar terapia de grupo y para que se limen ciertas asperezas surgidas en los últimos tiempos. Se debaten algunas de las decisiones del cuerpo técnico y se destaca la posibilidad de salir rapidamente del bache, siempre y cuando se siga la ruta oportuna. Pese a la decepción que supuso caer de forma dramática ante al Villarreal, en el grupo existe la sensación de que la situación es perfectamente asumible.

Los capitanes le piden al técnico que abandone el vestuario. Una vez completada la primera parte del cónclave, los jugadores, a través de sus capitanes (Tuni, Prats, Ballesteros y Pereyra), le transmiten a Gregorio Manzano su deseo de reunirse a solas en el vestuario para establecer un diálogo más directo entre todos los miembros del plantel. Al parecer, los futbolistas consideran que es necesario afrontar el trance en conjunto y que sólo ellos están capacitados para apagar algunos de los focos de la polémica. El reloj marca las 11.45 horas y la ciudad deportiva sigue en silencio, sin registrar un solo movimiento en las zonas comunes a excepción del que generan los periodistas que habitualmente cubren la información del equipo. Todavía en el interior de la instalación, el técnico de Bailén aprueba el movimiento propuesto por los jugadores y abandona la caseta junto a su equipo de colaboradores. La plantilla inicia entonces la fase más destacada de la terapia.

Los futbolistas se cargan el problema a la espalda en una singular conjura. Falta aproximadamente un cuarto de hora para el mediodía y los jugadores, lejos de salir al campo de entrenamiento, empiezan a desgranar las razones del terremoto en la intimidad del vestuario mientras airean sus diferentes puntos de vista sobre la situación deportiva del equipo. Entre todos acuerdan un objetivo común y se suman a la iniciativa de cerrar filas en torno a la figura del entrenador. Los futbolistas reconocen y avalan su trabajo, pero consideran que la clave de la permanencia está unicamente en sus manos. Así, recuerdan en voz alta que todo lo dicho hasta ese momento resulta importante para salir del hoyo, pero que carecería de validez si no se ponen en práctica determinadas actuaciones dirigidas a encarrilar el camino de la plantilla. La consigna es clara: «Tenemos muy presente la labor demíster, pero somos nosotros los que tenemos que sacar esto adelante. Al fin y al cabo, él se encarga de seleccionar a los once que saltan cal campo cada domingo, pero nos toca a nosotros hacer el resto. Es nuestra responsabilidad». A medida que avanza el encuentro insisten en que lo realmente básico es estrechar los lazos del grupo y que su obligación es proteger el empeño del técnico con una actitud digna y profesional. Los jugadores jugadores, incluso algunos de los menos favorecidos por las decisiones del andaluz, se muestran partidarios de apretar el acelerador de forma inmediata y en torno a las 12.20 dan por finalizada la reunión. Cuatro minutos más tarde se abre la puerta del vestuario principal y el grupo empieza a desfilar por el extremo de uno de los campos de Son Bibiloni. La mayoría de los futbolistas recorre el tramo que les conduce hasta la zona de entrenamiento con la cabeza agachada y la mirada clavada en la hierba. Algunos permanecen concentrados, repasando mentalmente lo que acaba de suceder y otros siguen afectados por lo ocurrido el domingo. Sólo algunos (Fernando Navarro y Tristán entre ellos) se atreven a bromear antes de iniciar una liviana sesión de trabajo.