El delantero Maxi López lamenta un error ayer en Montjuïc. Foto: CARLOS MIRA

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El Mallorca sigue bajo sospecha. El conjunto insular detuvo su escalada en Montjuïc y tendrá que seguir muy pendiente del retrovisor, al menos durante un par de semanas. Los rojillos, apoyados en una versión sólida pero poco fiable, acabaron desbordados por su propio pasado, convertido ahora en el motor del Espanyol más efectivo de toda la temporada. Luis García y Riera se aliaron para rebatir los argumentos de Manzano y meterle de nuevo el miedo en el cuerpo a los baleares (3-1).

Manzano optó por la fórmula más lógica a la hora de compensar al equipo por las bajas de Ibagaza y Arango y volvió a recurrir a Varela como interior, además de escorar a Jonás al costado izquierdo del centro del campo. Eso ayudó a que el conjunto mallorquinista se hiciera rapidamente con el control de la situación y aceptara un tímido intercambio de golpes que sólo sirvió para que uno y otro mostraran sus cartas. Despojados de su fuente principal de talento en la sala de máquinas, ambos se agarraron al músculo de sus futbolistas más contundentes para dirigir el tráfico de la zona ancha y ganar metros de forma pausada.

Las ocasiones en esa fase del encuentro se dosificaron con precaución y daba la sensación de que tanto rojillos como periquitos intentarían hacer buena su propuesta en alguna acción aislada. Aún así, el Mallorca generaba más peligro, ya que el Espanyol, sin De la Peña sobre el tapete, tiende a atascarse en todas sus líneas.