Desolación en el banquillo del Mallorca tras el tercer gol visitante. Foto: MONSERRAT

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La grada ovacionando al Athletic y Vicenç Grande, cabizbajo, meditando en el palco. Es la imagen que sintetiza la crisis, un amanecer de año que desembocó en un epílogo de tormento y con la hinchada poblada de pañuelos. Acumula el Mallorca cuatro derrotas consecutivas, protagoniza la peor temporada en casa de los últimos quince años, y ya divisa el abismo. Sin patrón de juego, sin actitud y sin ganas, el grupo balear se ha adentrado en el laberinto y comienza a jugar con fuego (1-3).

Manzano eligió mal día para darle la alternativa a Ramis. Urzaiz, un tipo que va camino de la jubilación, destapó todas las carencias del central mallorquín en dos acciones a balón parado. Para colmo, epobler le entregó en bandeja el tercer gol a Etxeberria un minuto después de que Expósito hubiera acercado el empate con un tanto en propia puerta.

Si el Mallorca va camino de la perdición, el Athletic divisa ya la calma. Mané ha transformado once fantasmas en un equipo de fútbol y viaja a velocidad de crucero. Apelando al espíritu del músculo, con las líneas bien juntas y la defensa adelantada, el grupo bilbaino arrolló al Mallorca. No hizo nada extraordinario, pero tampoco se complicó la vida. El guante de Yeste y la testa de Urzaiz fue suficiente para resquebrajar la zaga isleña y desquiciar a Prats. Egabellí resume la metamorfosis que ha sufrido el equipo en las últimas semanas.