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Santiago Aparicio|SANTANDER
No falló Rafael Nadal, que despejó las dudas en el tramo final del segundo set, cuando la situación le daba la espalda y sonreía el panorama de Filippo Volandri, penúltimo argumento de supervivencia de Italia en sus intenciones de retornar, por fin, a la elite de la Copa Davis. En plena crisis resurgió el balear para devolver la amplitud de las expectativas de España, que situó la permanencia de cara en las vísperas con el triunfo en el envite de dobles. Tumbó al número uno italiano en cuatro sets (3-6, 7-5, 6-3 y 6-3), después de una lucha que se extendió durante tres horas y cuarto.

Segundo set, décimo juego. Nadal había perdido el primer parcial y estaba por debajo (5-4) en el segundo. Con un servicio inseguro y 0-30 para el italiano. Enorme. A dos puntos de cerrar la manga y situar a su equipo a un sólo tramo de la igualada. El número dos del mundo se tambaleaba. Agarrado al devenir de un saque hasta ese momento endeble, que ya había cedido tres veces con anterioridad, Nadal apretó los dientes. Espació la puesta en marcha de cada punto. Miró al cielo, despejado para entonces después de la lluvia del comienzo y frecuentó el encuentro con su tío y entrenador Toni Nadal, en medio del palco del conjunto hispano.

Dos saques certeros y dos golpes ganadores, casi los primeros del partido, resolvieron la situación y el balear recuperó su espíritu, hasta ese momento desaparecido. Fue el punto de inflexión en el partido. El que tornó el envite. Nadal empezó a celebrar cada uno de los golpes ganadores frente a un rival agigantado por la falta de convicción de su adversario. Nada tenía que ver con el tenista habitual de Copa Davis. El número dos del mundo transitaba errático por la central de La Magdalena. Las sospechas de un exceso físico por su contribución al doble en la vísperas se acentuaron.