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C.R.
El sufrido público mallorquinista no ha tenido que esperar tanto como en otras temporadas para celebrar la primera victoria de los suyos. Como no podía ser de otra manera, la víctima fue el Espanyol, el equipo de Primera división que más veces ha doblado la rodilla en territorio balear. Pero más que los tres puntos, la hinchada rojilla festejó por todo lo alto la consecución de un tanto, un ejercicio que no repetía desde el pasado 13 de mayo. Ya era hora.

Y eso que los seguidores del ONO Estadi tuvieron que soportar un horario terrible (se notó en la entrada) y un primer tiempo de partido soporífero, en el que se limitaron a contemplar un pulso sin contenido entre dos conjuntos totalmente planos. La grada, que esperaba deleitarse con los nuevos refuerzos, tuvo que esperar hasta el segundo tiempo para salir del letargo y exhibió su malestar con los jugadores y el técnico por la actitud mostrada en la fase inicial del choque.

Tras el descanso todo fue distinto. El público, que mantenía su frialdad, fue reaccionando a medida que llegaban los cambios y poco después fue explotando por tiempos. Primero, con la salida al césped de Tristán y después, con el arponazo de Maxi y los destellos de Janko. También hubo que sufrir, pero eso ya es una costumbre.